No deja de ser paradójico: ante el Río de la Plata, la tierra en la que con más ahínco se ha filosofado y poetizado al futbol, es donde con más barbarie se le suele acompañar.

Innumerables escritores nacidos a uno y otro lado del caudal, cada cual más futbolero que el otro, observan hoy con incredulidad lo que ha acontecido con la final de la Copa Libertadores. Algunos desde la tumba o el más allá, otros desde su escritorio en el exilio europeo o aferrados a su café bonaerense, han de estar dándose golpes en la cabeza por haberse visto tan superados por la realidad, ya quisieran todos ellos ser autores de semejante historia.

Si Osvaldo Soriano planteaba en un cuento un tiro penal que dilató varios días en ser cobrado, si Benedetti, Fontanarrosa, Onetti, Galeano, Sacheri, Caparrós, Piñeiro, Neuman, recurrieron tan a menudo al futbol como elemento para su obra de ficción, aquí tenemos un episodio imposible de haber sido creado por inventiva alguna: esa final entre los más acérrimos rivales, cuya ida se pospone un día por la tormenta más torrencial y cuya vuelta lleva disputándose desde el sábado pasado, tendiendo a durar al menos otros diez días más y viajar a miles de kilómetros para efectuarse.

¿Han leído algo más extraño? ¿Algún amante del teatro del absurdo que se ofrezca para superar esta trama? Esperando a Godot, que esta vez se disfraza de silbatazo inicial y se transforma en Esperando la final. “No puedo continuar así”, clama desesperado Estragón. “Eso es lo que piensas”, le responde desolador Vladimir. Desde hace mucho tiempo no se podía continuar así en el futbol argentino, aunque, de alguna forma, se continuó tanto como para llegar hasta este momento.

La final más bonaerense cual peregrina por el mundo buscando quién le conceda posada. ¿Para dónde? ¿Qatar en el Golfo Pérsico tan a salvo de los demonios del futbol argentino? ¿Miami, donde se pretende que una sociedad tan aséptica futbolísticamente como la estadounidense, garantice el pacífico devenir? ¿Paraguay, que está más cerca? ¿Colombia, que también se postuló? ¿España, como finalmente ha sido? Cerrada la subasta, faltaba lo más complejo: que los dos contendientes, incapaces de ponerse de acuerdo más que en el tamaño de balón y el color del pasto, coincidieran en su voluntad.

Tantas mentes seguirán pensando al futbol en Argentina y Uruguay, como plumas lo seguirán escribiendo. Al relatar momentos inauditos, al volar en su ficción, admitirán resignados: esta vez la realidad los ha goleado, imposible poner en un cuento un River-Boca así.

Iniciaría,“Érase una vez 22 jugadores, de equipos surgidos en el mismo barrio, que iban por el mundo sin ponerse de acuerdo en dónde jugar su partido más esperado. Eran tiempos de violencia extrema, de odio encarnizado, de descontrol total…”, y así.

Twitter/albertolati

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