Seguramente alguno de los gobernadores que despacha en la comodidad de su virreinato leyó la historia del último siglo de mandatarios estatales en La burla no sólo es de forma, sino también de fondo.

Y es que resultó ridícula la cobertura de buena parte de los medios a la segunda consulta ciudadana –horas de transmisión, entrevistas exclusivas y propaganda gratuita-, para que sólo consiguieran la participación de 1% del padrón.

Resultó ridículo, por ejemplo, que la mayoría de los medios electrónicos y digitales –radio, televisión y páginas electrónicas- se tomaran en serio una consulta que, en rigor, es una burla para la democracia, una ofensa para los ciudadanos y la confirmación de que el nuevo Gobierno está muy lejos del respeto a la legalidad.

Pero además, la escasa participación –a pesar del aparato mediático volcado para invitar a los votantes- debe significar una lección para los propios medios complacientes –lección de que ya no convencen a nadie- y una bofetada con guante blanco a los organizadores de la consulta.
¿Por qué?

Porque la minúscula participación muestra que si bien 30 millones de mexicanos creyeron en una legítima propuesta de cambio –la propuesta de AMLO-, la mayoría de esos mexicanos no son ciegos y sordos y no están dispuestos a dar su aval a cada una de las ocurrencias del Gobierno por el que votaron.

Los 30 millones que llevaron a López Obrador al poder empiezan a ver la realidad, y –para empezar- no acompañaron a su elegido a ninguno de los dos ejercicios de consulta que –lo ratificó la escasa participación- ofenden a una joven democracia.

El mensaje parece contundente; 99% de los mexicanos no quieren un regreso al pasado, a pesar de que 30 millones votaron por la propuesta de cambio formulada por López Obrador.

¿Por qué sólo respondió al llamado del Presidente electo 1% del padrón y por qué no ratificaron su aval a AMLO, 29 de los 30 millones que lo hicieron Presidente? ¿Por qué sólo 3% de los 30 millones acompañó a su Presidente en la consulta?

Una primera respuesta la ofreció una encuesta sobre la popularidad de López Obrador, difundida por El Universal, la cual confirma que en tres meses, el Presidente electo perdió nueve puntos de popularidad.

Pero la explicación más acabada la habría ofrecido la presidenta del partido Morena, Yeidckol Polevnsky, quien dijo que “sólo los retrógrados y los pagados votarían en contra de las propuestas de la consulta” de López Obrador. ¿Serán retrógrados los 29 millones de mexicanos que no volvieron a respaldar a AMLO en sus ocurrentes consultas?

Pero acaso lo más sorprendente es que frente a la impostura de la consulta, los partidos opositores no aparecieron por ningún lado. Apenas tibias reacciones, ninguna movilización, nula crítica en medios y escasas reacciones en las tribunas del Congreso. Pareciera que los partidos opositores se han paralizado.

Lo cierto es que son muchas las lecciones que dejó la segunda consulta, lecciones que deben alcanzar a los medios, a los partidos opositores y, sobre todo, al nuevo Gobierno; la lección de que la sociedad no está dispuesta a acompañar ocurrencias.

Al tiempo.