Montar Las Bodas de Fígaro, ópera de Wolfgang Amadeus Mozart, es un fascinante reto, dónde se puede elegir la temática de la pasión amorosa, instigadora de un ardor que conduce a intrigas, celos y confusión de identidades, recreada por personajes complejos que emanan dobles o triples sentido a sus actos y dichos. O bien, destacar el fondo moral y de critica política a una aristocracia que violaba como tradición los valores universales del hombre. Algo así como la lucha contra la mafia política, encarnada por los comprimario o chairos en oposición a los fifís.

 

Las bodas de Fígaro, una ópera en cuatro actos de 3 horas y 15 minutos de duración. Estrenada el 1 de mayo de 1786, con libreto de Lorenzo Da Ponte, sacerdote veneciano expulsado de la ciudad por tener un hijo con una mujer casada, esta basada en la comedia escrita por el francés Pierre Agustín Caron de Beaumarchais, que se presenta en el Palacio de las Bellas Artes con última función este domingo 25 de noviembre a las 17: 00 horas, tiene un montaje producido por la Compañía Nacional de Ópera, con dirección escénica de Mauricio García Lozano, al frente de la La Orquesta del Teatro de Bellas Artes, Srba Dinić.

 

García Lozano apuesta por reflejar un día de locos dentro de un sistema social. La historia de Fígaro, ayudante de cámara del Conde de Almaviva, que prepara su boda con Susana, la doncella de la Condesa. El Conde, quiere su noche de pernada y tiene puesta la mirada en la futura esposa de Fígaro, intenta posponer la boda que se llevará a cabo en un casona en Sevilla, España. durante la segunda mitad del siglo XVII.

 

Ahora es ubicada a principios de siglo XX, apoyado por una escenografía diseñada por Jorge Ballina, Lozano convierte la mítica morada, en un condominio horizontal en Cuajimalpa con un raquítico jardín y atisbos de macetas donde hay una que otra flor. Eso si, gira y gira, para darnos todos los ángulos de lo que sucede pared contra pared.

 

En el reparto mozartiano hay de todo juventud, calidad y pasión, voces protagónicas con fogueo en los teatros europeos y americanos.

 

Se agradece cuándo hay una Orquesta que sigue una batuta dinámica y eficaz, en este caso la de Srba Dinić que atiende a la estructura general de la obra, sin descuidar los detalles, permite que la música de Mozart fecunde y envuelva a los actores, traslade la sensualidad, la desesperanza, la ironía, en una construcción sonora, espejo de la dramaturgia.

 

En la escena de la supuesta diputa de Fígaro y Susana, la música acompaña, nota a palabra, palabra a nota. El bajo, Denis Sedov es un Fígaro, dueño de una potencia vocal que apuntala emotivamente esa aria de una viva tensión dramática.

 

Letitia Viteralu, soprano, es la voz del sortílego en la encrucijada, debiendo elegir entre el vicio o la virtud. Este dueto es hábilmente empleado para hacer un contraste estético entre las tesituras y así subrayar la dualidad de los masculino y femenino.

 

Los condes Almaviva representados por la soprano armenia Nanine Yeghiyan y el barítono mexicano, Armando Piña, son nobleza auditiva. El Cherubino de Jacinta Barbachano De Agüero, mezzosoprano logra un adolecente hormonal, ligero y vital.

 

La Bodas de Fígaro aborda la crisis de la institución matrimonial, de la relación de pareja y del clasismo, del juego de las apariencias y los absurdos niveles sociales. Nos susurra que para estos males, no hay nada como el amor, a la pareja, a la madre o el amor filial, como el centro de la solución para vivir con un poco de paz, en un mundo de arrogantes y corruptos aristócratas, dueños de un poder político, que rozan en lo cínico y ridículo.

 

Las Bodas de Fígaro son el preámbulo emotivo para las revueltas de finales del siglo XVII, tres años antes que iniciara la Revolución francesa. Al final el poderoso conde Almaviva pide perdón por los males cometidos. ¿Le suena actual?