Foto: Cuartoscuro/ Archivo “El único miedo que tengo es llegar hasta allá y que me deporten después de tanto sacrificio que hemos hecho” declaro migrante hondureña  

Ni las largas horas de caminata, el cansancio o el miedo a no saber qué pasará en la frontera con Estados Unidos, han sido tan dolorosos como el escuchar los gritos de algunos mexicanos en contra de los migrantes, afirmó Sarahí Nuñez, originaria de Honduras.

 

“Hay gente muy buena que nos ha ayudado mucho, pero también hay bastantes que desde los carros nos gritan: mugrosos, lárguense de aquí, dejen de estorbar, apestosos o regresen a su país”, narró la mujer, quien viaja con su esposo y su hija de dos años.

 

“Y claro yo siento feo por mi nena y los demás también se sienten mal porque los que nos desprecian no saben la situación que vivimos allá”, mencionó con dolor la mujer centroamericana de 23 años edad.

 

Si bien destacó el apoyo y cariño que ha recibido de las autoridades y la sociedad mexicana, sus ojos se llenaron de lágrimas al mencionar que la parte más difícil de su trayecto ha sido la discriminación.

 

“Yo había visto videos en internet de cómo trataban mal a los mexicanos en Estados Unidos y sentía feo porque pensaba que nos ofendían a todos como latinos, pero ya veo que no todos sentimos lo mismo”, relató mientras limpiaba su cara con la manga de su sudadera.

 

Con el sueño de llegar al “otro lado” para darle una vida mejor a su hija y a su madre que se quedó en Honduras, Sarahí consideró que su país “queda bien con la gente que tiene y hace menos a los pobres”.

 

“Mi hermana estaba embarazada, se puso mal, no teníamos dinero para los médicos y se murió su bebé de siete meses. Tuvimos que pedir el ataúd a la alcaldía porque no teníamos dinero para sacarlo del hospital”, comentó.

 

Por situaciones como esa y otras que asegura tienen que ver con violencia y narcotráfico es que Sarahí Nuñez, quien sostenía fuerte la carriola de su hija mientras narraba parte de su historia, dejó atrás su país.

 

Aunque truncó sus estudios cuando su padre falleció, dijo que de llegar a Estados Unidos trabajaría “duro” para darle una carrera a su hija y enviar dinero a su madre que vive a más de una hora de Tegucigalpa.

 

“El único miedo que tengo es llegar hasta allá y que me deporten después de tanto sacrificio que hemos hecho”, finalizó la mujer.

aacg