Por Rubén Ignacio Moreira Valdez
Dip. PRI, presidente de la Comisión Asuntos Frontera Norte

En 2017 ingresaron 2 millones, 671 mil 44 extranjeros por la frontera sur, cumpliendo con los requisitos de ley, un 55.7% más que en 2013. Se estima además que 450 mil entraron de manera ilegal, tratando de llegar a Norteamérica y se calcula que, de estos, 50 mil lograron establecerse en el vecino país.

En este momento cruza el país una caravana de migrantes centroamericanos que inicialmente era de menos de 6 mil personas. Aproximadamente mil 200 de ellos pidieron refugio en México. Según la mayor parte de los medios de comunicación y personas autorizadas en la materia, las condiciones económicas, sociales y de seguridad que se viven en algunos países de Centroamérica, son el motivo por el cual se organizó la marcha.

La migración es un doloroso fenómeno y una realidad que acompaña a la humanidad desde tiempos remotos. Con ella han surgido países, se han preservado culturas y han salvado la vida muchísimas personas.

Al igual que otros fenómenos sociales, la migración entra en las discusiones de todo tipo: electorales, demográficas, de derechos humanos, etcétera. Por fortuna, en México las posiciones xenófobas son mínimas, lo que no sucede en otras partes del mundo.

El discurso político electoral utilizó como arena, en mayor o menor medida, la caravana de migrantes. Los vecinos del norte llenaron su campaña electoral de spots relacionados con ella y en nuestro país la nueva mayoría del Congreso hace pronunciamientos un día sí y otro también sobre el tema. Es curioso que en medio del proceso electoral norteamericano de pronto “alguien” organice un movimiento de 6 mil personas y desate una controversia, cuando al año, cerca de 3 millones de personas entran a México por el sur y una buena parte de ellos busca el “sueño americano”.

Si la mayoría en el Congreso quiere solucionar el problema migrante del sur del país y dar un mensaje de grandes proporciones en materia de derechos humanos, es tan sencillo como modificar nuestra ley migratoria y permitir a los hermanos centroamericanos entrar, vivir y trabajar en el país sin ninguna restricción.

Los extremos se tocan. Desgarrarse las vestiduras por el derecho a la migración y no hacer nada de fondo, pudiendo hacerlo, es tan ruin como utilizar electoralmente un discurso antiinmigrante.

La próxima semana entra a Cámara de Diputados una iniciativa para dar derechos a los centroamericanos, veamos que resuelve la mayoría.