Falta menos de un mes para que asuma la Presidencia de la República, y Andrés Manuel López Obrador ya le está apretando las tuercas a su equipo de trabajo y casi, casi, acostumbrándolos a lo que va a ser el día a día a partir del 3 de diciembre –sí, porque el 1 tomará protesta, el 2 estará de gira en Veracruz y a partir del lunes 3 ya comienzan sus famosas reuniones de gabinete y empezará a despachar formalmente en Palacio Nacional.

En los últimos días, la dinámica en la casa de transición ha cambiado un poco en cuanto a los horarios; ahora las reuniones ya no son a las 10 ó 12 del día, sino que el Prejidente electo ha comenzado a citar a sus cercanos a desayunos tempraneros y no sólo para que le cuenten cómo van las encomiendas, la elaboración de leyes, el esquema de los programas sociales, etcétera.

Más importante aún, me cuentan que AMLO ha implementado ahora un nuevo esquema de trabajo en el que les pide a sus colaboradores adelantar un análisis de cómo pueden impactar ciertas decisiones. En un intento por calmar las aguas –como debió hacerlo desde un principio-, les pide no sólo a los involucrados directamente, sino a otros personajes como los líderes de las bancadas de Morena en el Congreso, que se involucren más en el control de daños y se adelanten al acarreo de críticas que pueden generar sus ya polémicas disposiciones.

Y es que no es para menos, ya que López Obrador quiere llegar lo menos golpeado a su cita con la historia el 1 de diciembre.

Hay que recordar aquella ocasión en la que en el contexto de la famosa encuesta para definir el futuro del aeropuerto, los próximos titulares de Medio Ambiente, Josefa González; de Bienestar, María Luisa Albores; del Instituto de Pueblos Indígenas, Adelfo Montes; de Desarrollo Urbano, Román Meyer, y hasta el futuro subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, dejaron ver públicamente que sus corazoncitos palpitaban hacia el proyecto de Santa Lucía.

Ni qué decir de los periodicazos que le valió; primero la boda de su incondicional César Yáñez y posteriormente la portada “fifí” de una revista para “señoritingos” con la que su ex coordinador de Comunicación Social y futuro coordinador general de Política y Gobierno lo metió en aprietos y lo llevó a la hoguera de las críticas.

Por cierto, que precisamente el que anda muy calladito es César Yáñez, que volvió de su larga luna de miel por las Europas la semana pasada, y prefirió manejar un bajo perfil y se la pasa evadiendo a la prensa y saliendo casi de incógnito de la casa de transición; no vaya a ser que le pregunten ¿quihúbole con esa portada?, ¿dónde quedó la austeridad?

Pero bueno, todas estas situaciones les han valido a más de un integrante del gabinete de AMLO sendos jalones de orejas, y si no me creen, pregúntenle a la ministra en retiro Olga Sánchez Cordero, quien, con cara de agobiada en más de una ocasión, reconoció que les fue como en feria en reuniones con el futuro Presidente.

En el Baúl: esta semana, AMLO presentará su estrategia de seguridad, y les tengo una buena y una mala. La buena es que todavía tenemos ¡salud! Ja, ja, ja… porque la mala es que el tabasqueño nos recetará la fórmula que hemos conocido desde hace 12 años, la militarización no sólo se quedará, sino que además se reforzará. Es más, López Obrador comenzará a su estilo el sexenio, pues, según me cuentan mis fuentes en estas cloacas, será el Ejército y no el Estado Mayor Presidencial el que se encargue de la logística y el cuidado de todos los invitados a su toma de protesta el 1 de diciembre.

¡¡¡Regresarééé!!!