El titular del editorial del martes 9 de septiembre del periódico El País, me parece, lo resume todo: “No se trata de elegir entre opciones políticas, sino entre democracia o no”.

El domingo pasado se llevaron a cabo elecciones presidenciales en Brasil con un resultado que enciende las luces de emergencia para la región del sur del continente americano, que aparece como una réplica de lo que está sucediendo en varios países del orbe: el avance de la derecha más retrógrada.
La victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de esa nación, coloca al electorado brasileño ante una decisión radical como la que señala el diario español: “democracia o no”.

Ahora cobran mayor intensidad las palabras de Dante Caputo en la presentación de su reporte titulado La situación de la democracia en América Latina, hace ya poco más de una década, en donde señalaba que “no hay malestar con la democracia, pero hay malestar en la democracia”, al no cumplirse con los satisfactores que la población espera, particularmente en lo que a su economía se refiere.

En la última década del siglo pasado, los países de América Latina fueron adaptando sus regímenes políticos a modelos democráticos. Recordemos que en la mitad del siglo XX, lo que prevalecía en una buena parte de las naciones de la región eran cruentas dictaduras que, además de haber contado muertos y desaparecidos, dejaron a la mayoría de ellas sumidas en una profunda crisis económica, con una deuda externa impagable y rezago social importante. La recuperación, en unos casos, y la instauración de la democracia, en otros, resultaron imprescindibles para dar cierta viabilidad en esas sociedades.

Las dictaduras militares y todas sus secuelas de asesinatos políticos, desapariciones y torturas son parte del pasado. Latinoamérica recuperó la democracia y, con ella, la libertad. Pero hay que ser crítico con esta democracia, porque los recuerdos de un pasado negro reciente obligan a custodiarla y perfeccionarla, como también lo señalaba Caputo.

Las graves carencias y rezagos no resueltos ponen en riesgo a la democracia. Si la democracia es irrelevante, decía Caputo, el peligro de golpe de Estado es reemplazado por el peligro de muerte lenta, de languidecimiento democrático”. De votar sólo por una opción política, pero que no es a favor de la democracia…