El novio representa a un modelo de austeridad casi franciscana que defiende vivir con lo indispensable a cambio de tener el honor de servir a la cuarta transformación.

La novia fue conocida por la opinión pública al ser acusada de fraude y por estar en la cárcel en Puebla.

El regreso de ambos a las primeras planas se dio con una suntuosa boda que claramente se contrapone al discurso de poner fin a la corrupción y de vivir apenas con lo necesario para servir al pueblo bueno.

La presencia del Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, en una boda con langosta, miles de rosas blancas, cientos de invitados y champaña sin parar va en contra del discurso de llevar un tupper a la oficina para comer con sencillez un sandwichito de queso de puerco.

Hay un notable cambio en el discurso una vez que lograron el poder en las urnas y que se enfrentan a la realidad de tener que gobernar. Y la verdad, no está nada mal.

Más allá de lo incongruente de la boda del fin de semana pasado, deja ver que al menos en la transición y posiblemente en el Gobierno ganará el pragmatismo. Pueden aguantar la crítica con tal de permitir a los novios que hagan lo que se les dé la gana con sus costumbres y su dinero.

Puede el Presidente electo darse el lujo de estar en una boda fifí, con un menú fifí y champañita fifí, con tal de acompañar al más cercano de sus hombres en un evento social al estilo de la gente fifí.

Ese mismo pragmatismo se ha podido ver en sus primeras decisiones. Como no regresar a los subsidios a las gasolinas y, por el contrario, mantener el esquema de precios internacionales y varios impuestos. Corre en contra del discurso de campaña, pero refuerza la estabilidad financiera para el Gobierno.

Con esa visión más sensata ahora no amenazan las inversiones y, por el contrario, garantizan la continuidad de la reforma energética. Y si bien esto va en sentido contrario de lo que se arengó en la plaza frente al pueblo bueno, garantiza que el siguiente Gobierno tendrá el respaldo de los mercados financieros.

Si López Obrador es capaz de alejarse un rato de las clases populares para dejarse rodear del mundo bonito de los pétalos de rosa, bien podrá mantenerse alejado de las tentaciones del capricho de hacer un mal aeropuerto en Santa Lucía y culminar la terminal aérea en Texcoco.

El clímax del pragmatismo del Gobierno que viene fue lograr junto con la administración de Enrique Peña Nieto una posición común para concluir un acuerdo trilateral de libre comercio con Estados Unidos y Canadá.

Le dan por su lado a Donald Trump con aspectos tan insignificantes como el nombre del acuerdo y se logra preservar un pacto fundamental para la economía mexicana.

El mundo real incluye las bodas que cada pareja de novios quiera pagar y también las decisiones que no acaben por destruir a una nación. Que así sigan.