A la cima más añorada, a ese regreso a la gloria neroazzurra que llegó a lucir como utopía, siguió la más súbita debacle.

El Inter de Milán se pasó los noventa y primeros dosmiles gastando más que ningún otro equipo europeo. Su propietario Massimo Moratti ponía cada verano más de 100 millones de dólares para perseguir al Grande Inter encabezado por su padre y predecesor, Angelo.

Su listado de figuras contratadas bien podría servir como catálogo de los mejores futbolistas de la época: de Ronaldo, Roberto Baggio y Christian Vieri, a Youri Djorkaeff, Iván Zamorano y Álvaro Recoba, a Clarence Seedorf, Dennis Bergkamp y Juan Sebastián Verón, a Gabriel Batistuta, Hernán Crespo y Fabio Cannavaro. En común, todos esos cracks tuvieron la frustración: la conquista de la Serie A les fue imposible, por no decir la Champions League que lucía todavía más quimérica.

Épocas en las que se pusieron de moda en las calles lombardas dos libros de título revelador: Basta perdere (“Basta de perder”) y Manuale di sopravvivenza per interisti (“Manual de supervivencia para interistas”); en los dos casos, se exploraba el sentido masoquista y fatalista en que se había convertido esa devoción.

La introducción del segundo de estos libros se preguntaba: “¿Cómo acercar a los hijos a la fe interista? ¿Cómo presentarse a trabajar después de las derrotas? ¿Cómo invocar el pasado del gran Inter? ¿Cómo reaccionar en los festejos de Juve y Milán?”.

Para cuando llegó la Copa del Mundo de Alemania 2006, el Inter había cerrado la temporada en tercer puesto y ya ni siquiera tenía energía para protestar, como antes, por la persecución arbitral. Un par de semanas después de que la selección italiana se coronara, se anunció: los interistas ganaban el título en los tribunales, luego de ser intervenidas llamadas telefónicas en las que Juve y Milán pedían a determinado árbitro para sus cotejos.

El Inter buscó ese título en la cancha, en el diván, en el hechicero…, y terminó por encontrarlo en los juzgados. Ahí inició una era triunfal, con la conquista (ahora sí sobre el césped) de las cuatro ligas siguientes, proeza rematada con la Champions League 2010.

¿Qué pasó después? Que de tanto correr hacia una meta, Massimo Moratti se fatigó sólo tocarla. Inmediato al auge, llegó el declive.

Ocho años después y ya siendo propiedad de capital chino e indonesio, el Inter ha vuelto a la Liga de Campeones. Un Inter distinto, lejano aún de la élite del futbol europeo y a los mejores planteles. Lejano, también, de las obsesiones de Moratti, quien nunca pensó que hallaría en una investigación judicial lo que sus millones no pudieron en la cancha.

Twitter/albertolati

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