Leo en el Washington Post un artículo de Max Boot sostenido en una premisa provocadora que conviene atender: Occidente está aburrido en su paz y su prosperidad, las mayores de que ha gozado la humanidad (nunca hemos sido menos violentos ni menos pobres), y el aburrimiento lo mueve a un suicidio vía electoral que se hace patente en Trump o el Brexit, y que estuvo cerca de consumarse en Francia o Austria. Y no es solo Occidente. Putin es la renuncia de Rusia a la democratización, Erdogan la de Turquía.

¿Sufre México esa epidemia? Dije antes que una de las grandes virtudes del movimiento encabezado por AMLO fue su capacidad para vendernos el Apocalipsis: estamos al borde del abismo, y solo él podrá salvarnos. Esa retórica no es ajena a la que llevó al poder a Trump, que se apoderó de un país que gozaba de crecimiento y estabilidad razonables, como no lo es a la de Podemos en España o Le Pen en Francia.

Nuestra situación no es, por supuesto, la de esos países, pero hay afinidades esenciales entre una y otras. Antes del primero de julio vivíamos, desde luego, en medio de una violencia desaforada, con muy altos niveles de pobreza y desigualdad, en medio de una corrupción que revuelve el estómago.

También, en una economía poderosa, con cuotas de libertad política y mediática crecientes, ganadas con enormes esfuerzos. Una sociedad hiperquinética, creativa. Chambeadora. Una sociedad, pues, capaz de sobrevivir a sus terribles problemas con sus enormes virtudes. Se diría que no era muy difícil de entender, pero a la democracia, que en efecto es aburrida, se le exigen cosas que se le consecuentan a los otros regímenes. Y pues sí, ahora cambiamos de régimen, como celebran algunos.

¿Qué tipo de régimen? No está claro, un poco porque estamos en zona de nadie, con un presidente que adelantó su jubilación y otro que sólo es electo pero ya le anda por gobernar, y un mucho porque del lado del electo las cosas, demasiado a menudo, parecen entre malechotas, impositivas e improvisadas. Ya se jalan los cabellos muchos de los que le dieron el voto, entre Bartletts, y subsecretarias de Gobernación holístico-esotéricas, y constituciones morales, y reformas educacativas que van patrás pero no sabemos con qué van a ser sustitudas, o sorpresitas como que en 12 años a nuestros salvadores no se les ocurrió diseñar un plan de seguridad nacional, que están haciendo ahorita, sobre las rodillas.

Alguien, famosamente, dijo al tomar el poder: “Estábamos al borde del abismo, pero hemos dado un paso al frente”. Pues eso.