Palabras más, palabras menos, Mark Webber deslizó conceptos de crítica a la posición de los actuales pilotos de Fórmula 1, y la forma en que están siendo percibidos por los aficionados: “Los pilotos de F1 necesitan ser héroes otra vez”, lo dijo en el Festival de la Velocidad de Goodwood y tiró uno que otro dardo.

 

“Debemos tener cuidado de no trivializar su profesión”. Remarcó que, por ejemplo: las grandes estrellas del tenis como Roger Federer son literalmente “encerrados” antes de jugar un partido muy importante, mientras que en F1 desfilan antes de correr.

 

“Tal vez se ha exagerado en el acceso que se tiene al piloto de Fórmula 1, hoy pareciera un poco más fácil y simple de lo que en verdad es”, sentenció Webber.

 

En esencia lo que Webber reclama, una vez ya retirado de Fórmula 1 y haber ganado campeonatos de prototipos y las 24 horas de LeMans con Porsche, es que los pilotos de la actualidad han perdido el aura de “Tremendos-al-Volante” que antes tuvieron.

 

Y en efecto, basta con merodear sus redes sociales para toparse con algunas escenas que, por decir lo menos, son contradictorias.

 

Desde fotos o videos de infancia, con filtros de orejitas o lengüita de perrito, imágenes de entrenamiento físico, simulador, hasta escenas cómicas de amigos, familia y vida privada, son componentes de la comunicación que hoy existe entre los pilotos y sus fans.

 

Nadie puede culparlos de cometer un exceso intolerable porque desde hace muchos años los aficionados han reclamado poder colocarse cerca de esos hombres, que pasaron décadas ocultas tras la cortina de hierro de Bernie Ecclestone.

 

Pero, ¿de verdad necesitamos una ‘video-post-card’ con pilotos de la máxima categoría disfrazados de Santa Claus a fin de año? El social media marketing ¿nos está ganando la partida?

 

Lo cuestiono porque, la voracidad por llenar horas y horas de redes sociales con contenidos ‘entretenidos’ nos llevan a ver a un piloto como un tipo absolutamente común, que podría vivir nuestra vida o la de cualquiera y, por extensión, todo lo que hacen nos parece ‘normal’.

 

Cada vez leo críticas más y más punzantes contra uno y otro piloto, que si es un ‘vil-pay-driver’, que si no maneja lo que el otro, que si es el más chocador de todos los tiempos, que si falla donde nadie lo había hecho, en fin…

 

La moda de ver al piloto de Fórmula 1 tan cercano en estos temas nos está presentando a una falsa perspectiva, porque hoy el juicio del seguidor está ‘adicionado’ con los componentes expuestos con tanta facilidad en las redes como parte del ‘todo’ de un deportista de esta clase. Y no es tal.

 

“Manejan Playstation”, “Todo lo hace el auto”, “Ya no saben de mecánica”, “Son pilotos de aerodinámica”, “Siempre están de vacaciones”, “Tienen ingenieros para todo”, son conclusiones que he escuchado con mucha frecuencia en los últimos tiempos y los fans llegan a ellas por algo.

 

Nos estamos allegando muchísima información, en grado de intimidad de los tipos que manejan a más de 300 kilómetros por hora, pero eso no quiere decir que estemos en la médula de su trabajo, su responsabilidad y las consecuencias que tiene para bien y para mal.

 

En alguna forma los pilotos de antaño nos guardaban algunos secretos, eran inexpugnables en ciertos momentos, pero a cambio eran espontáneos y abiertos en otros. “Big balls!” declaraba James Hunt, “Manejar despacio” dijo un día Fangio, y a partir de esos rasgos de personalidad cada uno obtuvo la idealización de sus seguidores o el respeto de los demás. Y así ocurrió con los más grandes que recordamos.

 

Los conductores de nuestros días son pilotos, no hay que olvidarlo. Su papel en el juego tecnológico de los autos es fundamental, como el del cirujano que utiliza un robot para intervenciones quirúrgicas de avanzada.

 

El heroísmo que reclama Webber no está en las redes sociales, en el desfile previo a los grandes premios, en las firmas de autógrafos, o en los eventos de marketing. El verdadero heroísmo del piloto está en la gesta que vive en la pista, en lo que logra y lo que comunica a partir de ella. Todo lo demás, es lo de menos.