La tentación es grande, sobre todo por esa comodidad tan propia de los simplismos: juzgar al futbol de mujeres bajo los mismos argumentos con los que se suele hacer con el de hombres, como si compartieran circunstancias, precedentes, problemáticas, condiciones.

 

Por supuesto, el representativo femenil sub-20 ha tenido algo en común con el varonil en sus respectivos Mundiales disputados este verano: abrir derrotando a una potencia (los que fueron a Rusia, imponiéndose a Alemania; las chicas que estuvieron en Francia, venciendo a Brasil) y después ir a menos, repitiendo más o menos la misma historia de siempre.

 

No obstante, ponerlos en el mismo archivero sería un error terrible. La mejor noticia de esta Copa del Mundo femenil sub-20 no ha sido la victoria ante la verdeamarela, sino notar de una manera tan inmediata el efecto de la recién creada liga.

 

Que más de la mitad del plantel procediera de equipos que participan en ese certamen, dice mundo –el resto, de universidades estadounidenses, producto del espléndido esquema de futbol femenil al norte de nuestra frontera y de la migración mexicana.

 

Es decir, que de a poco dejamos de ponernos en las manos de un sistema ajeno a nuestro país y nos ocupamos del destino de nuestro propio futbol femenil. Se abre así una posibilidad única de México, como para ilusionarse y pensar en un gran futuro: nutrirse de dos universos.

 

Corea del Norte e Inglaterra han avanzado con autoridad en el grupo en el que estaba el Tri, porque han trabajado mejor y acarrean muchos más años en sus respectivos proyectos. Nuestras futbolistas podrán competir con ellas sólo si se mantiene un esfuerzo como el de esa liga, inteligentemente restringida en edad. Vistos sus espectaculares resultados (los llenos en las finales hasta ahora disputadas, la inspiración en innumerables niñas, las televisoras que pronto se han animado a emitir sus cotejos), resulta urgente la implementación de condiciones adecuadas de desarrollo deportivo y una remuneración justa (peor incluso que tratarlas como mero cumplimiento de una exigencia burocrática, el aproximarse a ellas con gesto de caridad). No están ahí como hobby o para entretenerse sanamente un par de años, sino dedicándose de lleno a una profesión, con perspectivas de futuro, pensando en jugar contra las mejores al cabo de poco tiempo, con tremendo espíritu competitivo, alzando desde ya la bandera del país.

 

Por todo ello, sería lamentable analizar este Mundial sub-20, del que desafortunadamente fueron eliminadas con goleada, bajo los términos que de rutina se aplican a sus colegas varones: esta historia apunta alto y apenas ha comenzado.

 

Twitter/albertolati

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