La selva lacandona es el reducto del aire, de la vida animal y vegetal; afirmaban hace décadas que era otro de los ecosistemas en el que la evolución no se ha interrumpido, pero también es la síntesis de muchos conflictos sociales y políticos. A principios del siglo el mundo se asombró al descubrir que en la selva lacandona habitaban grupos humanos que vivían como en la edad de piedra -de la caza y de la pesca-, con una organización comunitaria elemental. El descubrimiento motivó las expediciones de los exploradores: Pancho Blom, Gertrude Duby, Pablo Montañez, primero, después arqueólogos y antropólogos, naturalistas y aventureros que explotaron las maderas preciosas, y que dio lugar a la novela de B. Traven, La rebelión de los colgados.

En los años 70, la selva adquirió otros caracteres; en 1994 un grupo de jóvenes norteños estableció un campamento guerrillero de las ELN, que fue desmantelado por el Ejército, y de sus fundadores no se supo más. Veinte años después supimos que era un antecesor del EZLN; la rebelión indígena cimbró a México y a gran parte del mundo con su desafío al Estado mexicano aquel primer día de ese trágico 1994. Desde entonces, la selva lacandona se asocia al zapatismo; no es sin razón, ya que desde ahí se dieron la I, II, III, IV, V y VI Declaraciones de la Selva Lacandona.
A partir de entonces asociamos selva con zapatismo, bases, campamentos del EZLN, turismo revolucionario y reacciones de las cabezas de ese movimiento de un gran impacto mediático.

Posteriormente de la elecciones del 1 de julio, que dieron un vuelco a la tradicional organización política mexicana, dos hechos relacionados con el virtual Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, han ocurrido: uno, el intento de abrir un camino a un nuevo espacio para el diálogo entre AMLO y la dirigencia zapatista; es plausible, no se puede afirmar un gobierno de transformación sin la inclusión de una fuerza política, que se ha manifestado por la lucha antisistémica, pero que también sostiene banderas de justicia indiscutibles, como es de los derechos y la cultura indígena. El problema fue, me dicen quienes conocen la naturaleza de la dirección del EZLN, que el mensajero con la misiva en la que se proponía el diálogo es un personaje de gran protagonismo mediático: el padre Solalinde, y ahí los zapatistas están en su terreno, por lo que la respuesta fue desairada, es más, de rechazo.

A las dos semanas, el ganador de las elecciones del 1 de julio anunció una austera visita al territorio lacandón, y, desde la región norte de la selva, dio a conocer un interesante programa de reforestación, el cual ha expuesto en su libro 2018, la salida, que consiste en la siembra de un millón de hectáreas de árboles en la región sureste del país. Además, anunció que la Secretaría de Desarrollo Social se convertirá en la Secretaría del Bienestar, y también propuso a los titulares de este proyecto ambientalista.

Dos hechos en menos de un mes se dan en la región lacandona, ahora teatro de los más relevantes pronunciamientos. No cabe duda que AMLO es juarista, ya que -afirman- Juárez dijo: “A la prensa se le combate con la prensa, o mejor: a la acción mediática, respuesta mediática”.