A lo largo de esta larga campaña, Andrés Manuel López Obrador habló de la otra transformación nacional; conforme a las categorías históricas que marcan el movimiento de Independencia, la Reforma y la identificada como Revolución Mexicana, esto no es una ocurrencia del todo infundada. Proviene no del conocimiento teórico del ser histórico nacional, sino de la refinada intuición social y a su percepción del alma mexicana, forjada a golpe de andar caminos, hablar en plazas, escuchar quejas y palabras de propuesta; todo lo que da el contacto con la gente.

Proponer una transformación nacional no radica sólo en la capacidad de un líder, sino también en la madurez de un pueblo para rehacerse y comenzar otra etapa histórica; antes de revisar sobre la posibilidad del cambio, hay que regresar sobre el pensamiento de algunos actores de la historia de México para fincar las bases de esa posibilidad. Justo Sierra, uno de los más profundos exploradores de la historia mexicana, dijo -palabras más, palabras menos- que los pueblos acumulan una energía que los empuja a intentar las transformaciones hacia adelante; así él refiere en su tiempo a la Independencia y a la Reforma. Cuando esto escribió, alboreaba el siglo XX, y el cataclismo que fue la Revolución Mexicana no ocurría, pero para reafirmar esta argumentación, hay que repasar la entrevista Díaz-Creelman, de 1908. Cuando el general Díaz dijo parafraseándolo que México estaba maduro para nuevas instituciones democráticas -lo que ya se sentía en el ambiente social de principios del siglo pasado- asfixia política, pero sobre todo la exclusión de las mayorías empobrecidas, ante la inclusión de una ínfima minoría empoderada del poder y del dinero hoy.

La energía social acumulada es tanta y la madurez de la conciencia ciudadana es de grado mayor que las condiciones están dadas para que un líder haga posible esta transformación; la cuarta, del proceso histórico de México. Considero que sí, diré porque sí puede hacerse la cuarta transformación, la 4.ta República le llamo yo.

Sin afán de hacer filosofía de la historia, siempre es bueno recabar elementos explicativos para plantearnos algunas preguntas; la primera sería: ¿cuándo se agotó el modelo del estado de bienestar que generó la Revolución Mexicana? Podríamos decir que los dos hechos, las sucesivas devaluaciones que cubrieron la década de los 70 y la de los 80, y la primera ruptura del régimen de partido de Estado en la elección del 88 que derivó en el primer Gobierno ilegítimo, el de Carlos Salinas de Gortari. El sistema se rompió y abrió las compuertas para el nuevo encauzamiento de la vida política nacional.

Como suele ocurrir ante traumatismos sociales, desde el poder se intenta resanar, y así se acabó de desmantelar el Estado propietario, regulador de la economía, y se dio paso a un régimen político con un precario sistema de partidos en 1991 que sustituyó al partido único, pero el resane no fue suficiente, ya que la crisis era subterránea y el levantamiento armado zapatista así lo demostró en el año de 1994.

Las vidas personales son breves y los tiempos históricos parecen lentos, aunque algunas veces se aceleran vertiginosamente, y en el año 2000 se dio la alternancia -relevo de partidos en el Poder Ejecutivo-; otra vez cambio sin profundidad, el modelo no se sustituyó, el modelo que en lo subterráneo detonó las crisis, por la exclusión de las masas, y la inclusión de nuevas minorías, muy minorías, detentadoras del poder económico y del poder político.

Así transcurren esas dos décadas, hasta este año y estos meses de estas elecciones tan cargadas de energía social, esa mezcla entre inconformidad contra el orden impuesto, coraje ante hechos, ira derivada de la impotencia e insurgencia cívica por responsabilidad social.

La expresión o explosión de inconformidad cívica en las urnas del 1 de julio pasado es evidencia de que la sociedad mexicana desahogó una recarga de energía acumulada en las últimas cuatro décadas, además de que evidenció estar madura para un nuevo modelo de vida pública, es posible o es cierto, y esa acumulación de voluntad de transformación es la que intuyó Andrés Manuel López Obrador; por eso nos habló de la cuarta transformación. Hay energía social de cambio, pero hacia dónde cambiar de modelo de desarrollo, cambiar de régimen político o de sistema político, qué hacer o qué es o qué será esta cuarta transformación que ya se siente.