Foto: Reuters En la escuadra de Didier Deschamps los descendientes africanos dominan muy por encima de los nativos galos  

La globalización ha tenido un boom en los últimos años y en el nuevo monarca de la Copa del Mundo de Rusia 2018 ejemplificó este hecho.

La mezcla de razas principalmente de África y Asia en Europa se ha tornado una situación más que habitual en nuestros días, y lo que conocíamos en el pasado como la imagen del prototipo del ciudadano alemán, italiano, español o francés, ya no es más la que teníamos en mente.

Francia, nuevo campeón del mundo, es el más claro ejemplo de que la anexión de sangre de diversas partes del mundo a su territorio los ha hecho más competitivos que en antaño. A simple vista, se puede apreciar que aquella Selección que aún en los años 80 prevalecía la raza blanca, ahora son una minoría y África se empieza a hacer presente en los equipos importantes de Europa.

La migración inversa

Hace casi cinco siglos, Europa inició la migración a América, tanto de oriundos del Viejo Continente como de esclavos de África. El flujo de personas ahora se da a las naciones que históricamente salieron a conquistar otras tierras y los representantes de estos países incluyen a los descendientes de las tierras conquistadas.

La inclusión de estos nuevos ciudadanos europeos ya no debe extrañar y mucho menos que sorprender que esté dando tan buenos resultados.

En la escuadra de Didier Deschamps la raza negra, es decir, los descendientes africanos dominan muy por encima de los nativos galos.

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