No es la primera vez que hay una ¡aburridísima! de Fórmula 1. De hecho, las carreras somníferas son un fenómeno cíclico de la máxima categoría, y ocurre cuando se agotan las variables como ocurrió ayer en Monte Carlo.

“Háblenme, porque me voy a dormir”, bromeó Checo Pérez por el team radio y la verdad es que no había que dar demasiados avisos de que la competencia más glamorosa del automovilismo estaba resultando un fiasco en términos de espectacularidad.

Pero más allá de algún chascarrillo, Lewis Hamilton se hizo escuchar y ejerce el liderato que un campeón del mundo tiene, al señalar todo aquello que no pague devolución a los aficionados.

“Es la carrera donde he tenido que correr más despacio de mi vida”, fue su primera declaración a los periodistas de habla hispana al terminan las ceremonias de pódium en Monte Carlo.

Hamilton también lanzó este mensaje a los tomadores de decisiones de la F1: “No estábamos empujando. Teníamos que controlar demasiado el tema de neumáticos porque fue un desastre, los seis primeros veníamos en un ritmo muy bajo, tomando las curvas muy despacio y podríamos haberlo aumentado, queríamos hacerlo, pero así no es posible.

“Deben pensar en hacer algo, especialmente aquí. No puede ser que tenemos el mejor escenario para carreras del mundo, pero tenemos la peor competencia. Hay que cambiar las llantas, banderas amarillas o meter safety cars aleatorios, hacer algo que haga cambiar las cosas”, palabras todas del campeón mundial reinante.

Y en efecto, la situación es dolorosa porque se trató del Gran Premio de Mónaco, la joya de la corona del automovilismo europeo. La carrera que todo el mundo espera, en donde todos quieren estar y que sin duda sigue siendo la más aspiracional para los pilotos y los equipos.

Pero lo cierto es que ni los dueños de los equipos, ni las autoridades han podido implementar ideas para que se apliquen mejoras en busca de mayor espectáculo.

Persiste una idea de que las cosas deben movilizarse solamente desde la trinchera de los pilotos, pero lo cierto es que ellos no son los únicos que deben trabajar en la promoción y mejoramiento de la categoría.

Para nutrir en este momento a la Fórmula 1, se necesitan cambios drásticos que involucren algo te tecnología, algo de marketing, algo de deportividad y bastante interacción entre pilotos y aficionados.

Para la estructura tradicional de la F1 esto suena a un coctail con el sabor amargo al que siempre se han rehusado los directivos, el de las carreras norteamericanas. Y no es que se tengan que copiar soluciones de un lado al otro del Atlántico, sino que se deben adaptar circunstancias a lo más conveniente para retener y generar aficionados para la F1.

Si las cosas se mantienen igual, seguiremos viendo cómo Mónaco pierde su brillo en la pista y lo ganará con las estrellas de cine que atienden al festival de Cannes, y con los cantantes del momento sacándose fotos con pilotos y cualquiera que les cruce por el camino.

Y mientras tanto, Indianápolis tuvo una enorme historia que contar. Sigue habiendo algo que no cuadra.