El candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador dijo en el programa de Televisa, Tercer Grado, que luego del triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2016, no pasó nada con el tipo de cambio.

Todos lo vimos, lo reportamos en tiempo real; el peso mexicano se devaluó en segundos y pasó de los 18.50 a los 19.50 tan pronto se confirmó la victoria del candidato republicano, y para su toma de posesión ya estaba en 22.

No querer ver estos efectos devastadores -que se notaron en los niveles de inflación, en los montos de inversión, en el crecimiento económico- es un peligroso ejercicio de ceguera política o de ignorancia sobre el comportamiento de los mercados.

Hoy, el peso se ha depreciado fuertemente frente al dólar y ha tomado niveles que sólo son comparables con aquellos días de incertidumbre por la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos.

Pasó de los 17.98, apenas el 17 de abril pasado, a los 19.60 actuales. Una depreciación acelerada que tiene muchas razones, una larga lista de pretextos y un alto componente de especulación.

El resumen de los temores que viven hoy los mercados es esa aversión a la regresión. No sólo la evidente amenaza de llevar a este país 50 años atrás a políticas públicas probadamente fracasadas, sino también a dar muchos pasos atrás en materia comercial si termina el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y, de paso, el retroceso que puede implicar que Estados Unidos pierda su salud económica en poco tiempo.

La devaluación por regresión en materia política es evidente por las amenazas de ruptura, lo mismo de las reformas estructurales, que de la destrucción de la obra del nuevo aeropuerto que lleva un avance tan importante.

No es por la persona, con todo y su carisma y popularidad. Es por lo que implica desde la perspectiva del mercado que puede llegar a destruir en un país que tiene un paso estable que está amenazado por el populismo.

La devaluación por la regresión comercial está marcada por la testarudez estadounidense de querer imponerse ante sus socios en el TLCAN, y su amenaza de que si las cosas no quedan como ellos quieren, simplemente rechazan la permanencia del acuerdo trilateral.

Si se acaba el TLCAN, es un hecho que la economía mexicana sería la más afectada, a pesar de que las reglas comerciales internacionales de la Organización Mundial del Comercio evitarían una debacle de niveles catastróficos.

La economía estadounidense crece de manera sostenida; la inflación está en el nivel que la Reserva Federal la quiere ver, pero las tasas de interés se encuentran todavía bajas para dichos niveles. La política monetaria podría endurecerse para evitar sobrecalentamientos, y esto es un enemigo natural de las monedas emergentes.

Nos encontramos en un momento donde se han combinado estos factores que animan al nerviosismo y a la especulación. Todo esto junto ha provocado ver los niveles actuales de paridad peso-dólar.