Foto: @KarinaGarciaG/Twitter En esta línea crítica, llamó a observar la ciencia como una disciplina que siempre ha ido de la mano de los sistemas de producción  

La información propagada a través de las redes sociales fomenta una sensación de respeto por el medioambiente que realmente es ilusoria, siendo un sofisticado maquillaje que disimula las verdaderas intenciones: la satisfacción personal y el alivio de conciencia, dijo a Efe el psicólogo Ricardo Trujillo.

 

El académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) opinó que las ideas bienintencionadas sobre un consumo responsable en las redes sociales “son en realidad un simulacro”, un acto efímero para aliviar la conciencia de una sociedad cuyo modelo económico inamovible secuestra cualquier posibilidad de cambio.

 

El maestro en psicología agregó que aunque se realicen acciones como el consumo de productos ecológicos, la compra de envases biodegradables o postear una foto de una especie en riesgo de extinción, finalmente esto está contribuyendo a un consumo -sea responsable o no- del que se alimenta la sociedad del capital.

 

Para reforzar este argumento, refirió a que precisamente el dispositivo por el que se extiende esta información -el teléfono celular- genera “una cantidad de contaminantes enorme”.

 

Evitar realmente la sobreexplotación del medioambiente, por tanto, supondría “desestructurar todo ese sistema capitalista industrializado que está alrededor y, probablemente, la sociedad no estaría de acuerdo con ello”.

 

En esta línea crítica, llamó a observar la ciencia como una disciplina que siempre ha ido de la mano de los sistemas de producción.

 

“Hay que poner en claro que la ciencia no está definida para crear una mejor sociedad; está definida para crear un sistema de producción y un mayor consumo”, aseguró, expresando después que muchas de las investigaciones subvencionadas son aprobadas si tienen una finalidad comercial.

 

Para Trujillo, la información vertida en las redes “no produce actos sociales, sino información que se intercambia” en un mercado que recompensa con satisfacción personal y alivio de conciencia.

 

Compartir contenidos de índole responsable “genera una identidad social” que define al usuario en un entorno cibernético como alguien teóricamente sano y responsable en “la sociedad del espectáculo que han creado Instagram, Facebook y otras plataformas”.

 

“Es un proceso de consumo y al mismo tiempo lo que genera son identidades sociales vanas y superficiales”, aseveró el especialista.

 

En cuanto a la vinculación psicológica entre el ser humano y la naturaleza, el experto ahondó en que esta última es vista como una especie de “madre perdida” a la que se echa en falta y a la que se trata bien de vez en cuando para espantar a la culpa.

 

“Es una especie de añoranza, de nostalgia por aquel lugar donde nosotros nos encontramos equilibrados, ya que vivimos en una sociedad opuesta con tecnología, coches, contaminación, y por eso soñamos con regresar a esa naturaleza”, abundó.

 

Esto explicaría, según el maestro, que la gente “cuando ya tiene recursos económicos suficientes, lo que hace es comprarse una segunda casa donde va a poder intentar estar un poco más cerca de la naturaleza”.

 

Esta ilusión por volver a la madre, a la paz y al equilibrio, está fundamentada en una definición errónea de medioambiente, “porque la naturaleza no tiene nada de equilibrado”.

 

“El sistema natural jamás ha sido equilibrado, sino que siempre ha estado en constante cambio, en movimiento”, dijo Trujillo, añadiendo que, desde esta perspectiva, “las redes sociales perpetúan esta idea de que el medioambiente debe ser un lugar equilibrado, donde debemos regresar a un mundo muy bonito” que no es real.

 

El académico concluyó afirmando que esta es una forma de mantener una cierta ilusión nostálgica, buscando ese complemento que falta en nuestra vidas.

 

Sin embargo, cuando se obtiene ese complemento “nos damos cuenta de que no lo es y buscamos otra casa, un departamento, un lugar en la ciudad”, es decir, el ser humano nunca se termina de completar, sigue dentro de “la fantasía perfecta” de la que el medioambiente forma parte.

 

TFA