No nos equivoquemos. El hecho de que el Presidente estadounidense. Donaldo Trump, haya golpeado a Siria de una manera controlada en puntos neurálgicos no es una estrategia para que los ciudadanos de ese país presuman de Presidente; ni mucho menos para que Occidente se rinda a sus pies. Una persona que amenaza durante casi una semana al régimen del tirano Bashar al-Assad, diciéndole que le va a lanzar unos misiles “bonitos”, no es precisamente una persona centrada.

La decisión del bombardeo no fue de Trump. Se trató de todo un aparataje de la Inteligencia y la Defensa del país junto con el Pentágono al frente. Ese aparataje fue el que tomó la decisión consensuada con los altos mandos británicos y franceses. Otra cosa es que Donaldo Trump se apuntara el tanto.

Así como la primera ministra británica, Theresa May, y el Presidente francés, Emmanuel Macron, sí eran plenamente conscientes de la relevancia de y las posibles consecuencias de ese ataque, Donaldo Trump no tenía esa conciencia, o no del todo. Distinto es que los miles de asesores le advirtieran del peligro que tenía Rusia, China o Irán si se producía un ataque contra Siria. Distinto también era que dicho ataque provocara una posterior desestabilización regional de graves consecuencias.

Sin embargo, hay que reconocer que ha sabido rentabilizar el golpe a Siria y enfrentarse a su amigo-enemigo,
Vladimiro Putin.

Los países occidentales y especialmente la ciudadanía veían, por su parte, el temor a que Trump metiera mano en Siria por las posibles consecuencias. Además, se trataba de un recordatorio ante la insensibilidad de los políticos de Occidente de que, mientras la población civil siria se desangraba, las “autoridades” europeas miraban para otro lado.

Sinceramente continúo extrañado sobre la reacción de Putin. Tanto la negación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de condenar el ataque, como el golpe a Siria en sí lo ha tomado con mucha deportividad.
No hay que olvidar que Rusia es el principal aliado del régimen de Bashar al-Assad, y lo es porque a Rusia le hace falta una salida al estratégico mar Mediterráneo. Con Siria lo tiene. Por eso no va a permitir que derroquen al régimen.

Vladimiro Putin se guarda los “asuntos”. Los analiza, los piensa bien y entonces, sólo entonces, los deglute. Está en la fase de pensar. Sólo queda que los degluta y entonces veremos qué pasa.