En el corazón de la colonia Aculco, las personas ingresan a un panteón de forma presurosa, listos para recibir a sus muertos.

 

De las 840 tumbas que componen el sitio, en ninguna se aprecia lamento alguno por parte de sus familiares, por el contrario, pese a ser un día festivo en el que otros descansan, las personas que se encuentran de luto prefieren cargar botes de tierra, flores de cempasúchil y de otros colores para decorar las lápidas de sus difuntos.

 

En el lugar, las tumbas comparten poco espacio entre ellas, por esta razón, el traslado entre familiares y espectadores se dificulta. “Y ahorita no es nada, espérate al rato”, mencionó Pablo Rodríguez, un adulto mayor que cuida y procura las tumbas desde hace siete años.

 

El velador señaló los primeros tres días de noviembre son cuando hay más afluencia de personas; también en el Día de la Madre. Al preguntarle qué tan concurrido es el sitio por el Día del Padre, comentó: “Casi no, la madre es a la que más recuerdan”.

 

Al exterior del panteón Aculco, ubicado sobre la calle de Veracruz, en la delegación Iztapalapa, el olor a incienso penetra hasta irritar la nariz.

 

 

VISITA A SUS PADRES

Juan Rodríguez Rosas, de 68 años de edad, acudió para decorar los sepulcros de sus padres, quienes fueron enterrados juntos, como en una película de amor –dijo– a petición de ellos en vida.

 

“Vengo a visitarlos cuando se festeja su aniversario, cada mes, en estos días y en Año Nuevo. Les hacemos su misa de cuando fallecieron recordándolos como si estuvieran en ese momento”.

 

La música de banda acompaña a quienes, sin descanso, se movilizan para conseguir velas, flores, dulces y comida preparada. Las risas sustituyen el llanto que en algún momento derramaron los familiares de los difuntos.

 

 

 

*edición impresa 24 Horas

 

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