Tan hermético como el precio que el club pagó por él cuatro años atrás, su estado físico.

 

Así de enigmático se ha hecho todo con ese frágil portento físico (suena a oxímoron) que es Gareth Bale. ¿Ser de cristal impide que un titán sea tal? En esa reflexión se esconden las confusiones.

 

Según la versión oficial, salió del partido de Champions League contra el Dortmund por simples calambres; aunque se sugirió que estaría en condiciones de enfrentar al Espanyol cuatro días después, no lo hizo; la alusión a la parte del cuerpo resentida fue variando hasta en tres ocasiones; iba a concentrarse con su selección para la fecha FIFA (vital para Gales) y entonces, al exigir el Madrid su liberación, se pudo inferir la dimensión del problema: otra vez no estará disponible por un mes.

 

Por desilusionantes o frustrantes que resulten, los problemas físicos son tan parte del futbol como el gol mismo. Por ser un deporte de contacto, por la conjunción de freno y acelere, por el desafío al que se llevan las piernas para ejecutar dribles y demás, por jugarse sobre superficies no siempre estables, por la impredecible reacción de los músculos, por infinidad de razones. Es decir, que la noticia no es que un futbolista se lesione con mayor o menor recurrencia, sino que esto sea tan maquillado como con el mismo Bale, apresurado hace unos meses para reaparecer en el Clásico contra el Barcelona de la campaña pasada…, y a la media hora recaer.

 

¿Por la cifra desmedida que costó? ¿Por el alcance deportivo que se le atribuyó? ¿Por lo que el presidente del equipo en él confió? Difícil de ser entendido, pero todo en esta historia va con la bruma propia de los paisajes galeses. Como si se tratara de la urgencia de decorar una acción a la baja en el mercado bursátil.

 

Cuando logra estar a plenitud –lo que no ha sucedido en casi un año– Gareth Bale es un soberbio jugador. Veloz, explosivo, potente, con gran manejo de balón, con un espléndido disparo de zurda y buen juego aéreo, sí ha llegado a ser uno de los mejores del mundo…, aunque nunca, ni por mucho, se ha colado entre los aspirantes a ser el mejor.

 

Desembarcó en Madrid pensándose que tomaría el relevo a Cristiano Ronaldo, pero al cierre de este 2017 el portugués, mayor cinco años, tiene mucho mayor vigencia y ese planteamiento carece de sentido.

 

De pronosticarse como nuevo dueño del balón merengue, a exigirse que se le pusiera en cierta posición que propiciara su brillo, a cuestionarse su titularidad, este nuevo mes que Gareth Bale pasará lesionado no es asunto menor.

 

No lo es por el enigma con que toda esta historia ha sido manejada, como si se pretendiera que, por no decirse, algo dejara de ser. No lo es porque sucede justo cuando se veía un atisbo del tren que puede ser cuando dispone de salud. No lo es, porque reabre con más fuerza que nunca el debate inicial: ¿puede un titán ser de cristal?

 

Twitter/albertolati

 

caem

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