Hace más de 30 años, en la Ciudad de México tuvo lugar un sismo que dejó en la memoria colectiva y en la huella del país una gran marca, personalmente cuando estudiaba en la facultad de derecho de la UNAM, no alcance a llegar a clase por fatales motivos, en ese entonces observé durante mi paso al regresar a casa edificios colapsados, la nube de polvo de la caída de las antenas de Televisa, estaciones de radio como Radio Cañón derrumbadas como un acordeón, decenas de viviendas y personas atrapadas en los cubos de elevadores, escuelas, como la secundaria Tres Héroes de Chapultepec en la que estudié, se habían caído, conatos de incendio de tanques de gas, vehículos atrapados en los estacionamientos subterráneos de departamentos, los multifamiliares Juárez, el Centro Médico y muchas más edificaciones de la zona centro, principalmente yacían gravemente dañadas y junto con ello, las grandes tragedias de pérdidas de vidas humanas, padres buscando a sus hijos, familias buscando saber de sus seres queridos, además se habilitó como anfiteatro el parque de béisbol que se encontraba en Viaducto y Avenida Cuauhtémoc.

 

Así fue una de las más grandes tragedias que conocí, pero en la que aprendí a reconocer el espíritu de una sociedad que se organizó de manera solidaria para buscar apoyar a los más afectados y entonces las historias de rescate de personas en medio de las estructuras se volvieron la esperanza de una nación colapsada, pero que en su gente encontró el corazón y la capacidad de sobrevivir y levantarse ante las tragedias, el grito de ¡aquí, aquí hay alguien! era el motivador de toda la sociedad que brindamos el esfuerzo por rescatar a la gente. En ese entonces la sociedad se organizó, aunque los tiempos de reacción del estado fueron lentos y distantes, a veces por la inmediatez de la necesidad social, tan es así que a bordo de un autobús el Presidente de la República días después hizo un recorrido por la zona.

 

Nadie está preparado para acontecimientos fatales, eventualidades, y mucho menos temas como inundaciones, sismos o cualquier embate extraordinario de la fuerza de la naturaleza. Sin embargo, habiendo transcurrido el tiempo y a más de 30 años de distancia, hoy siendo Secretario de Seguridad Pública percibí en mis oficinas nuevamente el embate de la naturaleza con este sismo de gran magnitud y a pesar de la intensidad, la primera obligación era corroborar ante el sismológico, después informar al Jefe de Gobierno de la Ciudad y entonces detonar los protocolos de atención. Despegaron 5 helicópteros para supervisar los daños, a bordo de uno de ellos pude observar que no había daños mayores, sólo vidrios rotos y bardas derrumbadas, no hubo estructuras colapsadas, sólo un connato de incendio, no hubo gente atrapada y sobretodo no hubo pérdida de vidas humanas o lesiones que lamentar. Hoy el estado conformado por su población y gobierno trabajaron de la mano, el gobierno informando, capacitando previamente, supervisando y dando apoyo; poniendo en calle a policías, bomberos, áreas de protección civil; en radios, teléfonos de emergencia trabajando para recibir demandas de atención; helicópteros, vehículos, camiones UNIMOG, grúas y hasta lanchas dispuestas, es decir la estructura del gobierno operó, los titulares de las áreas de gabinete, el Jefe de Gobierno atento e informado en el C5 sobre la situación de la Ciudad, el Presidente de la República en CENAPRED, la policía, el ejército, la marina atentos a las labores de apoyo. No obstante esto, lamentablemente en otros estados de la república los daños fueron mayores y de consecuencias fatales. El más sentido pésame para familias y víctimas.

 

Pero hoy podemos estar ciertos que estamos organizados, las normas de construcción han evolucionado y han sido respetadas, la sociedad ha aprendido de las tragedias y realiza la evacuación de instalaciones con prontitud y lógica organizacional hacia sus puntos de concentración, la vocación de servicio se resalta en la operatividad de los protocolos emergentes, la conciencia y solidaridad social nos permite ser mejores ante la tragedia. Lo digo con conocimiento de causa, particularmente en la Ciudad de México algunos temas climáticos como la alta densidad de la lluvias provocaron inundaciones en algunas calles y vías primarias, en donde la vocación de servicio de los cuerpos policíacos han realizado tareas casi heroicas y ajenas a su atribución: nadando, cargando personas, empujando vehículos con la única y firme intención de ayudar a preservar vidas y riesgos poniendo a salvo a la sociedad.

 

La Ciudad de México en un corto tiempo sintió los efectos de la naturaleza las lluvias y el sismo pusieron a prueba los modelos de reacción de un gobierno que estuvo a la altura y trabajó para su gente, pero también puso a prueba el sentimiento social de solidaridad, de cohesión social y de apoyo mutuo, es ese el gran mensaje de las grandes tragedias, trabajar en conjunto con un fin justo y en beneficio de la gente.

 

Para la Secretaría de Seguridad Pública, su titular y los más de 86,000 elementos policíacos que la conforman, la reacción para la atención de éstas y otra siniestralidades fortalecen la convicción y la seguridad de seguir trabajando para servir a la Ciudad y sus habitantes ante cualquier riesgo, ese es el reto.

 

La policía en defensa de la sociedad.

 

caem