Mexicanen en PSV=Top podía leerse en las redes sociales del equipo de Eindhoven cuando se confirmó la llegada de Irving Lozano. Ahí mismo, un collage mostraba a varios jugadores de nuestro país celebrando títulos con esa institución. Más allá de la especial química que ha habido entre los denominados boeren y el futbol mexicano, el mensaje elevaba la expectativa con el fichaje, al tiempo que lanzaba al joven ex tuzo un profundo desafío: estar a la altura no sólo del millonario precio que se pagó por él, sino también de esa historia de amor.

 

Tres décadas después la grada del Santiago Bernabéu todavía grita “Hugo-Hugo”; en el Camp Nou siempre se dirá con solemnidad el nombre de Rafael Márquez y en Old Trafford llegaron a venderse banderas mexicanas con el rostro de Javier Hernández así como ahora en West Ham se le dedica una versión de La bamba.

 

Como sea, lo que Andrés Guardado vivió en 2015 en el Philips Stadion no tiene parangón: aquel mosaico con los colores mexicanos y la pancarta que recorría la línea de meta: “Nuestra águila de oro mexicana tiene que estar en el PSV Eindhoven. Nuestra casa es tu casa, Andrés”.

 

Carlos Salcido, Maza Rodríguez, Héctor Moreno y el propio Guardado colocaron eslabones en una cadena que no ha tardado en continuar el apodado Chuky. Sus goles en las primeras tres jornadas dejan claro que a la doble presión que cargaba al desembarcar (lo dicho, el antecedente mexicano y su costo), ahora se ha añadido una nueva: su fulminante inicio. Es decir, Lozano ya también compite contra su primera versión, lo cual no es poca cosa.

 

Sin importar de qué país o liga hablemos, todo equipo estaría enloquecido con un fichaje que consiguiera goles en sus tres primeros cotejos. Por eso, el Chuky ha de aprovechar el crédito obtenido para crecer mucho más, para elevar su propia apuesta: porque a partir de ahora no será juzgado como la promesa que llega a aprender, sino como el delantero que ya probó lo que es capaz de hacer

 

A sus espaldas sentirá a una afición cálida, generosa, valorativa tanto del sudor como del arte; en la cancha deberá afrontar el reto de jugar para un cuadro que a cada temporada debe conquistar algún título; en los entrenamientos disfrutará de un esquema de desarrollo idóneo para quien llega joven aunque ya formado –y en el que ni Romario o Ronaldo ofrecieron tan deslumbrante comienzo.

 

Mientras que la mayoría, mexicanos y extranjeros, suelen escudarse en la necesidad de un período de adaptación, Irving Lozano pone el ejemplo de cómo se debe entrar a un nuevo club: antes de entender el idioma, aferrarse a la lengua que de antemano domina, que es la del futbol de calidad.

 

Twitter/albertolati

 

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