Mañana, el cardenal Norberto Rivera Carrera cumple 75 años. Los rumores sobre su renuncia durante un viaje que hizo a Roma la semana pasada coinciden con una denuncia en su contra ante la Procuraduría General de la República por presunto encubrimiento en 15 casos documentados de sacerdotes católicos que abusaron sexualmente de niños. Sin embargo, su renuncia nada tendría que ver -al menos oficialmente- con dichas acusaciones, sino con la ley eclesiástica que exige a sus cardenales “jubilarse” al llegar a esta edad.

 
Aunque él mismo ha desmentido que haya renunciado ya, el derecho canónico es muy claro; a los 75 años un cardenal debe presentar su renuncia ante el Sumo Pontífice y sólo él tiene la facultad de aceptarla o, bien, instruir al prelado a mantenerse en la posición por algunos meses o incluso años más. En esta ocasión se trata de un cardenal primado, la máxima figura católica en un país cuya mayoría profesa esta fe, lo que podría llevar al papa Francisco a esperar algunos meses para removerlo. Aunque también es sabido que Rivera Carrera no goza de todas las simpatías del Obispo de Roma, y esto podría acelerar el proceso.

 

 
Pero su cumpleaños 75 y el posible fin de su encomienda pastoral en México se ven ensombrecidos, una vez más, por la tóxica nube de la protección a subordinados que cometieron una de las mayores aberraciones y actos de vileza que puede cometer una persona. Los ex sacerdotes Alberto Athié y José Barba presentaron, hace unos días, una denuncia formal ante la PGR por el delito de encubrimiento. Piden que se abra una carpeta de investigación y aseguran que no “buscan venganza” al ser víctimas de este tipo de actos.

 

 
Años atrás, cuando los señalamientos en su contra subían de volumen, el cardenal Rivera Carrera lo negó todo. Aseguró que nunca encubrió a ningún sacerdote pederasta y que turnó todos los casos de los que tuvo conocimiento a Roma y son las autoridades del Vaticano quienes deciden qué caso abrir e investigar. Sin embargo, Athié, uno de los denunciantes, investigó si las autoridades seculares en nuestro país tienen conocimiento de estos casos. No encontró nada. Se demuestra que la información se ha quedado en el ámbito religioso. A partir de la normatividad que estableció Benedicto XVI, y de acuerdo a las leyes mexicanas, tienen que ser denunciados ante las autoridades seculares. Si conociendo los casos, Rivera Carrera no dio aviso a las autoridades civiles, se puede considerar que existió encubrimiento.

 

 
Al cardenal, los escándalos por encubrimiento lo han acompañado por 22 años. Cuando se destapó el escándalo de Marcial Maciel, uno de sus principales defensores públicos fue él. Meses después, cuando la verdad salió a la luz y la ley eclesiástica llevó a Maciel al exilio, se justificó bajo el argumento de que “nunca había tenido la película completa”. Y vale la pena recordar los abusos cometidos por el padre Nicolás Aguilar, que también solapó.

 

 
La pelota está en la cancha de las autoridades mexicanas. En las ocasiones en que actores de la Iglesia se han visto involucrados en este tipo de casos, las autoridades han sido benevolentes. Habrá que esperar para saber si su renuncia es, o no, la vía para una posible exculpación.