Björk emergió de blanco, dispuesta a destapar su corazón roto. “Muéstrame respeto emocional, tengo necesidades emocionales”, cantó la diva islandesa estremeciendo con Stonemilker a las 10 mil personas reunidas la víspera en el Auditorio Nacional de la CDMX.

 

La artista luce impecable: un vestido largo entubado, plataformas blancas, una larga cola que sale de la prenda y una máscara de forma insectoide, diseñada por James Merry, que brilla cuando la luz cambia.

 

Su imagen sugiere dramatismo, y no puede ser de otra forma, si lo que el público presencia es un ritual de catarsis pura, en el que la cantautora comparte con la audiencia un proceso de sanación, tras la ruptura con quien fue su pareja y concibió a su segunda hija, el artista estadounidense Matthew Barney,y que dio como resultado su álbum Vulnicura (2015).

 

Detrás de ella, la orquesta integrada por músicos mexicanos, bajo la dirección de un islandés, le acompaña en la interpretación de estas hermosas piezas que remueven las entrañas de propios y extraños. En la sala se hace un silencio pocas veces visto, como respuesta a la petición de Björk de no usar los celulares, y disfrutar de la experiencia del en vivo. Pese al esfuerzo por contener la emoción de verla por primera vez en la capital mexicana, se escapan algunos gritos: “¡I love you, Björk!”, “¡You are amazing!”. Los otros se encargan de apagar rápidamente el ánimo desatado para no incomodar a la estrella.

 

A sus 51 años de edad, su voz luce intacta. Con la música despojada de la electrónica, el escucha debe confrontar la oscuridad de cada pieza que presenta. El repertorio de la primera parte del recital incluye seis de las nueve piezas que dan vida a Vulnicura: la ya mencionada Stonemilker, Lionsong, History of touches, Family y Notget.

 

Entre canción y canción, Björk lanza con voz tímida un “¡Gracias!” en español. A veces suspende por algunos segundos para tomar alguna bebida contenida en tazas térmicas con popotes de colores, e incluso dar unos tragos a una copa de champaña.

 

En la enorme sala, las canciones de la islandesa recuerdan los momentos más dramáticos de la ópera. Algunos no pueden evitar el llanto. La tensión entre la crudeza de la emoción, la seductora belleza de los arreglos de cuerdas y la elegancia formal de la presentación clásica es absolutamente hipnótico.

 

Sus movimientos son sutiles y estilizados, y sus pasos recuerdan a los de una geisha.

 

Después de un primer segmento liderado por el dolor de enfrentar un divorcio y contarlo todo sin tapujos, y del respectivo intermedio, la segunda parte del espectáculo denominado Björk live llega con un set en el que destacan algunas de las canciones más representativas de la carrera de la también actriz, productora, DJ y artista visual.

 

Aurora abre la segunda parte del recital, seguida por I’ve seen it all, la pieza que Björk grabó con el líder de Radiohead, Thom Yorke, para la película que ella protagonizó y coescribió con Lars Von Trier, Dancer in the dark.

 

Dos de los momentos más sublimes de la velada llegan con Joga y Bachelorette. Al repertorio se suman Vertibrae, Quicksand y Mouth Mantra.

 

Ataviada con un vestido corto, que la muestra ahora como una flor pálida y extraña, la diva regresa la escenario para interpretar Anchor song y Pluto. Extiende los brazos en gesto implorante, la audiencia se vuelve hacia atrás y rompe el silencio. “¡Ooh, ooh, ooh, ooh, ooh!”, canta para acompañarla en el coro. Las luces se encienden y lo sucedido en la tercera visita de Björk a México, y su debut en la capital mexicana, convierte la de anoche en una velada memorable.

 

Björk actuará el sábado en el Festival Ceremonia, en la ciudad de Toluca, donde se hará acompañar por Alejandro Ghersi, conocido como Arca, el joven productor venezolano que trabajó con ella en Vulnicura.