Si ser periodista y activista por los derechos humanos en un país con una democracia imperfecta como México es difícil, en una nación autoritaria como Egipto significa arriesgar la vida misma y se necesita una gran audacia, valentía y un verdadero compromiso personal y social para desempeñar esta labor.

 

Ahmed Gamal Ziada, galardonado recientemente con el Oscar de la Honestidad, que otorgan organizaciones civiles, es uno de esos hombres de temple, forjados para la lucha contra las dictaduras y los abusos. Él mismo pasó 17 meses en una lúgubre mazmorra en Egipto, no muy diferente a los sórdidos calabozos medievales en Europa, aun después de que fue arrojado del poder Hosni Mubarak.

 

La celda en la que habitó estos aciagos días no es diferente de las que alojan a miles de prisioneros políticos en Egipto en tenebrosas cárceles como las recién construidas de Giza y la Borg-El-Arab, calificadas como “cementerios para vivos”. Miden apenas 60 centímetros de ancho por un metro de largo y no cuentan con ventanas, electricidad, agua, baño ni ningún servicio, sino sólo un recipiente de plástico, de acuerdo al Observatorio de Periodistas Contra la Tortura.

 

Como otros periodistas, Ziada tiene prohibido entrar al Parlamento, escribir artículos en periódicos estatales por incluir críticas el régimen, y es víctimas de la censura de contenidos en línea por “representar un riesgo recurrente”.

 

Tristemente, la Primavera Árabe, que sacudió al Norte de África entre 2010 y 2013, representó una bocanada de aire democrático en las herrumbrosas estructuras políticas de la región, pero tres años después la situación ha cambiado poco en algunos países como Egipto, donde la represión contra opositores continúa, las cárceles se multiplican y los abusos contra los derechos humanos adquieren un renovado ímpetu.

 

Ziada, investigador de la Red Árabe para la Información de Derechos Humanos (RAIDH), ha denunciado en un informe titulado Hay lugar para todos: prisiones egipcias antes y después de la Revolución del 25 de enero, que a partir de ese levantamiento de 2011 que echó del poder a Mubarak, Egipto ha puesto en funcionamiento 19 nuevas cárceles. De 43 en 2010 ahora existen 62.Una fue edificada en 2011, cuatro en 2013, seis en 2015 y cuatro este año.

 

El informe, que se basa en varias entrevistas realizadas por abogados e investigadores de RAIDH a ex presos o acusados, apunta que en la actualidad existen122 prisiones centrales, que albergan a aquéllos que están en detención preventiva o cumplen una condena inferior a tres meses.

 

A ello se suman 320 comisarías de policía en donde los “detenidos” pueden ser apresados independientemente de las razones por las cuales su libertad haya sido privada, detalla el informe, que también denuncia las graves violaciones de derechos humanos que sufren quienes no comulgan con el régimen.

 

En una entrevista con 24 HORAS, señala que la construcción de esas nuevas prisiones significa que “la represión existe y que siempre habrá lugar en cárceles para aquellos que se opongan el régimen”.

 

La RAIDH, que encabeza, contabiliza en la actualidad a 58 periodistas encarcelados por su trabajo sin contar los juicios contra miembros del consejo del sindicato de periodistas.

 

Si bien las muchedumbres de inconformes que salieron a las calles exponiendo su vida y que fueron además severamente reprimidos ya no se ven en las plazas, existen “miles de activistas sociales y políticos en Egipto” refugiados en las redes sociales donde pueden expresar su opinión”, señala.

 

“Es irrazonable que el periodismo se limite solamente a los periódicos impresos”, considera el periodista, quien se propone “luchar por la libertad de prensa sin importar lo que pase” bajo el argumento de que “las personas tienen el derecho a un periodismo libre”.

 

No obstante a que el movimiento de rescate de los derechos humanos no perderá energía, Zaid cree que en el futuro cercano la situación de la prensa libre “continuará empeorando a medida que no se otorgue apoyo legal a los periodistas y no descarta más “presos de conciencia” en Egipto.

 

Pero es aquí donde deposita su fe para que organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional puedan “jugar un papel relevante exponiendo las violaciones cometidas por el régimen y presionando a los oficiales egipcios que se encuentran en el extranjero a través de manifestaciones pacíficas para poner un alto a los abusos cometidos contra los periodistas y las libertades en general”.

 

Ahmed estima que “no hay garantía que un cambio pueda ocurrir en el sentido de frenar las restricciones de las autoridades a la libertad de opinión, ya que “no se ve una clara intención por parte del mismo régimen. En este momento, de hecho, esa intención no existe”, afirma.

 

“El régimen actual no está respondiendo a ningún tipo de presión, ya que cree en combatir las opciones adversas a través de la represión y enviando personas a las cárceles. Ello sólo contribuye a hacer nuevos terroristas cuando las personas son sujetas a la opresión y ni pueden recuperar sus derechos por la fuerza de la ley”, expone.

 

El activista señala que las organizaciones como las que encabeza “no tienen ninguna enemistad hacia ningún régimen porque no estamos en contra de una corriente política específica”, sino se oponen simplemente a “los abusos”.

 

“El régimen egipcio considera cualquier crítica a la situación de derechos humanos en el país como un tipo de ‘interferencia’ en sus asuntos internos”, expone el hombre que hoy en día es una especie de conciencia crítica de un Egipto milenario que no se ha sacudido aún prácticas autoritarias propias del tiempo de los faraones.

 

Para consulta el informe completo haz click AQUÍ