A unos días de conmemorar en nuestro país un año más de que se publicó en el Diario Oficial el decreto en el que se anunciaba que las mujeres en México tendrían derecho a votar y ser votadas para puestos de elección popular, un fantasma recorre los Estados Unidos de Norteamérica: es un fantasma de odio, de misoginia, de racismo, de división, ¡de peligro!

 

Ese fantasma es Donald Trump y su discurso electorero e irresponsable que ha puesto en vilo al mundo entero, que ha sido factor de incertidumbre económica y ha dividido en extremo a la sociedad norteamericana. Sus dichos, más que una postura política o reflejar las propuestas de quien lo postula, se han centrado en ofender y lastimar a dos de los pilares que han hecho de su país, una potencia mundial: los migrantes y las mujeres.

 

Con Donald Trump queda claro que en una democracia, como lo presume ser la norteamericana, no hay espacio para un discurso que genere odio, que divida, que lastime a las instituciones, a las personas y principalmente a las mujeres. Ésta es una lección no sólo para el vecino país del Norte, sino para el ámbito internacional.

 

Es también una advertencia para nuestro país de cara a la discusión de un paquete presupuestal que –se vaticina– será difícil ante la falta de recursos y las apremiantes necesidades que agobian a los mexicanos. Todo, en la antesala del juego electoral que viviremos el próximo año, donde los votos de los mexicanos definirán tres gubernaturas, Estado de México, Nayarit y Colima, como anticipo de lo que vendrá en 2018, en que renovaremos en su totalidad ambas Cámaras del Congreso, la mitad de las gubernaturas del país y la Presidencia de la República.

 

Hoy, el fantasma de Donald Trump ha unido a los mexicanos ante el riesgo –electoralmente cada vez más débil– de que llegue a la Presidencia de los Estados Unidos. Este punto de coincidencia entre los mexicanos debe prevalecer para encarar los pendientes que enfrentamos como país. Uno de ellos es la realidad que viven las mujeres mexicanas, donde aún en muchos ámbitos laborales, en comunidades y familias, ser mujer es condición adversa para participar en la toma de decisiones.

 

El 17 de octubre se conmemorarán 63 años de que a las mujeres en México se les reconoció el derecho a votar. Si bien fue un acto de justicia, aún queda mucho por avanzar a su favor, no como dádiva o prebenda, sino como algo ganado a pulso con su esfuerzo y en reciprocidad al cada vez más decisivo papel que tienen en la vida diaria de nuestro país, siendo pilares de incontables familias, directoras de empresas, gobernadoras, legisladoras en los ámbitos federal y local, presidentas municipales y algo insustituible: madres, esposas e hijas.

 

Va por ellas y contra aquéllos que las ofenden y vulneran su integridad. Sin duda, las mujeres nuevamente serán el mejor antídoto contra esos fantasmas que hoy siembran odio y misoginia. Al tiempo. Por hoy es cuanto en esta TRIBUNA LEGISLATIVA.

 

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* El autor es presidente de la Cámara de Diputados Federales del Congreso de la Unión