Ningún presupuesto pudo haber concedido tres derrotas para este momento inicial de la temporada y, menos incluso, una de ellas a manos del acérrimo rival y principal contendiente por la Premier League.

 

Ninguna estimación, ni siquiera alguna pesimista, habría referido que superada la Jornada 5, el Manchester United ya estaría seis puntos lejos del City –que sí lo ha ganado todo– y con una derrota de apertura en la Europa League.

 

La realidad es que no solamente llegó a Old Trafford uno de los técnicos más laureados y mejor pagados de la historia, sino que se le concedió carta abierta para hacer y deshacer con el plantel. ¿A qué grado? De otorgarse al agente de Paul Pogba, una comisión que supera al sueldo de los grandes futbolistas o de echar a un jugador como Bastian Schweinsteiger con una millonaria liquidación.

 

Pero el United de Mourinho no camina (o, para ser justos y conceder beneficios de la duda, no ahora) con su pastor volviendo a ese lugar tan común en su carrera, que ya le es intrínseco: culpar a los árbitros o a quien aparezca en las proximidades.

 

El portugués no padecía tres derrotas consecutivas desde 14 años atrás; es decir, desde antes de ser Mou o, para efectos claros, desde antes de ser The Special One, como se le llamó al llegar a las islas en 2004 –ciertamente, él colaboró al declarar en su presentación una frase que ya pertenece al acervo de la cultura popular británica: “Por favor, no me digan arrogante, pero soy campeón de Europa, y creo ser alguien especial”.

 

La presión crecerá y, presumiblemente, la repartición de dardos, excusas, culpabilidades, porque en el planeta Mou, él no suele ser quien asume las equivocaciones: horarios, directivos, jugadores, rivales, campos, jueces, ya se conoce el dilatado historial y las posibilidades de ese delirio de persecución.

 

En estas vidas paralelas, nadie duda, todo lo que alude a Mourinho se mide en la balanza con el presente de Pep Guardiola, y eso torna más crítica su situación: un City tan arrasador, tan pronto conectado con la idea del catalán, tan hegemónico y futbolísticamente seductor. Porque en gran medida, José llegó al United, como antes al Madrid, como remedio anti Pep.

 

No obstante, parece imprescindible reparar en uno de los nombres que conforman a esta generación de Red Devils: Paul Pogba es, desde hace unas semanas, el futbolista más caro de la historia y, asumiendo sus inmensas condiciones, no se ha comportado como tal ni antes ni después del millonario traspaso. Si no se le ha encontrado posición, si no ha terminado por adaptarse, si es cuestión de tiempo, pero a este punto parece más un problema que una solución. Al tiempo, Wayne Rooney luce lejos de lo que se esperaría o, acaso, y dolería admitirlo, ya está lejos de lo que fue, enredado en tal variedad de roles que él mismo ya no tiene claro quién es.

 

Mourinho ha dicho este domingo, en modo de disculpa, que algunos de sus jugadores no están logrando cargar con la presión. De ahí a la acusación y la terapia de choque, el camino es corto.

 

Old Trafford, fastidiado por tres años horribles desde que Alex Ferguson se fue, todavía no engendra sueños. La impaciencia con Mourinho, como no puede ser de otra forma, es grande y será peor.

 

Twitter/albertolati