Ni el América fue siempre épico ni el Cruz Azul fue siempre apesadumbrado

 

Por supuesto que desde mayo de 2013 con la final de cierre más extremo que jamás haya existido en México, por supuesto que con tantos años de fracasos y títulos perdidos cementeros, por supuesto que con tantas remontadas y regresos águilas, esas características han terminado por asumirse como identidad de los equipos, aunque no siempre fue así y siquiera insinuarlo es faltar a la historia.

 

La Máquina actual, tan fatalista y resignada a que lo peor emergerá en cada esquina o instante, desciende de un poderosísimo club que tuvo la más destellante de las irrupciones en el torneo mexicano. Sólo tenía 16 años de haber pisado la primera división, cuando ya totalizaba siete títulos de liga, de esos que se disputaban en formato anual. Es decir, que si su ADN actual incluye paranoia y fracaso antes que futbol, si su actitud en la cancha es la de quien sabe que más pronto que tarde será condenado, si sus piernas y mentes se engarrotan pavorosas ante el destino, fue por una mutación y no de origen.

 

Respecto al América basta con decir que tras sus espectaculares años veinte, en los que totalizó cuatro campeonatos que algunos consideran amateurs (ahí reside una buena polémica, pero no es debate de este día), llegó hasta los ochenta con apenas tres títulos. Esa actitud suficiente, sobrada, arrojada, sólo estallaría como consecuencia de una década fenomenal y se retomaría recientemente –no olvidemos sus trece largos años sin corona.

 

El sábado comenzamos la función asumiendo que el final de la gestión de Nacho Ambriz era ineludible (por segundo clásico consecutivo su equipo lucía barrido y sus huestes no metían ni las manos) y la cerramos con los dedos acusadores dirigidos hacia Tomás Boy: lo único más grave que ser goleado por un acérrimo rival, es tenerlo goleado y verse remontado; Cruz Azul, fiel a su tradición de la última década, perdió lo imperdible; América, cuando ni siquiera lo esperaban sus propios feligreses, ganó lo inganable.

 

¿Cómo salimos del denominado Clásico Joven? Más o menos como entramos: con los seguidores azules pidiendo la salida de Tomás Boy y los americanistas, pese al épico despertar y a la buena ubicación en la tabla, inconformes con la continuidad de Nacho Ambriz. Que, sentimientos y furores al margen, ninguno de los colectivos está conforme con su presente. Que la masa azul ya no puede aguantar episodios dignos del más sádico cine gore…, aunque no resultan casualidad: son permitidos o propiciados por su equipo. Que la masa águila llegó al punto de atribuir todo lo bueno a sus jugadores y quitar cualquier atisbo de mérito a su entrenador.

 

Algo más que un exorcismo o diván sacará a Cruz Azul de algo pocas veces visto a tan lastimera proporción: no importa lo bien que se vea, ese escudo ya siempre teme caer. Algo más que una mala racha o un clamor popular adverso prevendrá al América de lo contrario: no importa la dificultad del desafío, ese escudo siempre amenazará con volver.

 

Twitter/albertolati

 

 

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