Reapareció Juan Carlos Osorio para romper el silencio después del terremoto chileno de la tristemente recordada Copa América. Para muchos era una necesidad volverlo a escuchar, era parte del morbo volver a hablar del resultado que lo puso en la cuerda floja.

 

Tiene valor periodístico, sin duda, aunque nadie esperaba escuchar algo distinto. Reconocer que le dolió como a nadie era parte del guión que de falso nada tiene, pero de nada sirve lamerse las heridas sin prevenir que vuelvan a producirse; de nada sirve curarlas si no se ejerce un plan para evitar un daño similar.

 

Y esto tiene que ver con las acciones que la propia Federación deberá tomar de cara a las siguientes convocatorias sin importar cuán moleros o serios sean los partidos, y aunque atender los llamados de la Selección no tiene carácter de obligatorio, tampoco pueden ser tomados como un tema de comodidad u oportunismo. Tampoco se trata de entrar en una época de dictadura deportiva, pero estrechar los márgenes de disciplina es una necesidad imperiosa.

 

Habló Osorio de las redes sociales, algo que desde hace tiempo se salió de control en el seno tricolor, pero hay más cosas que deben ser controladas y manejadas por los federativos más que por los jugadores: horarios, portación de los uniformes, visitas de familiares, tiempos libres, etcétera. Cosas que en cualquier trabajo son normales, pero que en el mundo del futbol, en específico del mundo tricolor, se volvieron un favor más que una obligación.

 

Es normal que existan las diferencias entre los jefes y los empleados, en este caso entrenador y jugador, completamente normal, pero lo normal también es entender que el beneficio es colectivo, y en este caso específico que se representan demasiados intereses, y no hablo de los económicos, sino de los millones que están involucrados con una Selección nacional.

 

En esa cicatrización y recuento de daños, elaborado por Juan Carlos Osorio, debería estar incluido de manera obligada el asunto de las mentadas rotaciones: la frecuencia para elaborarlas y la gente con la que se cuenta porque no hay ningún sistema que funcione si no se tiene a la gente indicada, y ninguna idea puede estar por encima de las herramientas con las que se cuentan para llevarla a cabo.

 

Que piense, medite y sane Osorio, sí, pero que lo hagan también los principales causantes de este durísimo golpe sufrido hace meses.

 

La conciencia tiene que ser general. De nada servirá la reflexión de uno si los demás piensan que nada tuvieron que ver con lo sucedido o si no se entiende el grado de responsabilidad que tuvo cada uno.