De Río de Janeiro a la eternidad. Casi con toda probabilidad Usain Bolt saldrá de estos Juegos Olímpicos como poseedor de los récords mundiales en 100, 200 y relevos 4×100 metros; en el horizonte no parece emerger nadie con marcas como para rivalizar con los alucinantes tiempos registrados en el pasado por el jamaicano; ni siquiera él mismo en esta etapa final de su carrera luce con capacidad para acercarse a lo que fue.

 

No obstante, la nueva cima del Olimpo que busca ascender el hombre más veloz de la historia, es defender por segunda ocasión esas tres medallas de oro, un hito jamás alcanzado por nadie, una hegemonía sin precedentes. O sí, pero un par de milenios atrás.

 

Si nos limitamos a Olímpicos modernos, Carl Lewis es lo más cercano que hay con dos oros en 100 metros (1984 y 1988), uno en 200 (1984) y dos en 4×100 (1982 y 1992). Es decir, que otro triple oro de Bolt, lo dejaría en un pedestal muy lejano para el resto de los mortales.

 

 

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Ahora que si revisamos los registros de la vieja Olimpia (y por ello precisamente he hecho la referencia a dos milenios atrás) hallaremos que hasta cinco atletas se coronaron en tres Olímpicos en la prueba del stadion, traducida a 180 metros (sí, de ahí viene el término “estadio” utilizado para los recintos deportivos). No obstante, existió un equivalente a Usain Bolt: Leónidas de Rodas, el mejor velocista de la antigüedad, se impondría en cuatro Olímpicos consecutivos, entre el 164 y el 152 a.C.

 

Además, el dominio de Leónidas abarcaría también las otras dos principales pruebas: el diaulos (360 metros) y el hoplitodromos o carrera de soldado (720 metros vistiendo una armadura de no menos de 25 kilogramos). Es decir, si Usain Bolt pretende irse con un triple-triple, Leónidas de Rodas pasó a la posteridad con un cuádruple-triple e inspiró profundos estudios físicos publicados en el Gymnasticus de Filóstrato y en escritos de Pausanías.

 

La principal barrera para Bolt será el veterano estadounidense Justin Gatlin. Cuatro años mayor que el jamaicano, Gatlin ganó el oro en los 100 metros en Atenas 2004 y ha recuperado su forma tras una dilatada suspensión por dopaje. Poseedores de genotipos distintos, Bolt mide once centímetros más que Gatlin, toda una revolución en la estructura física antes pretendida para la velocidad. Como me lo explicaba una de las mayores eminencias en ciencia aplicada al deporte, el profesor Alan Nevile de la Universidad de Wolverhampton: “La ventaja de los individuos más altos y delgados, con mayor zancada, es donde ya hay una velocidad constante, donde la aceleración ya ocurrió; no sólo son las zancadas más largas, sino que son menos resistentes al viento por ser más delgados, porque son menos corpulentos”.

 

Bolt ha logrado llegar a sus terceros Olímpicos en aparente plenitud. La lesión que un mes atrás suscitó severas dudas, ha sido superada. En tres semanas podrá estar instalado en una cúspide inalcanzable. Tan inalcanzable como la suma de oros que Michael Phelps tiende a incrementar en la piscina del complejo de Barra de Tijuca. El Olimpo, antes de Leónidas de Rodas, hoy es de ellos.

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