Hay precios que suben por temporada y otros que son más resistentes al paso de las estaciones del año. Es lo que los expertos del Banco de México dividen en inflación subyacente y la no subyacente.

 

Los mangos bajan de precio en mayo, las colegiaturas suben en septiembre, las tarifas eléctricas bajan en el verano, los vuelos de avión suben para las vacaciones de la Semana Santa. En fin.

 

Y entre los precios volátiles y los del centro, core inflation, como le llaman en inglés, se forma un índice general. Y el mandato prácticamente único del Banco de México es que el poder de compra del peso se conserve frente a la inflación.

 

Los precios de esta quincena en la que estamos parece que les dará la razón a aquellos integrantes de la Junta de Gobierno del banco central que decidieron elevar la tasa de interés en 50 puntos base. Ya sabremos con la publicación de las minutas cuántos de los que ahí toman la determinación optaron por este incremento.

 

De entrada, hay dos golpes que este mes se llevó la inflación. Los dos por cortesía de las tarifas del sector público, los dos aumentos son recetados por los monopolios energéticos que se supone estarían a poco tiempo de perder sus privilegios de determinar arbitrariamente sus precios.

 

El viernes pasado subieron los precios de las gasolinas. Se incrementaron en una proporción que tampoco fue de alarma. La Magna se elevó 1.8% y la Premium, 2.4%. Sólo que resulta evidente que es uno de esos incrementos que llama la atención y no gusta a nadie.

 

A la par del gasolinazo llegó un incremento en las tarifas eléctricas que alcanzan 5% para la industria, 7% al sector comercial y 6.8% para el residencial. Y si bien en términos anuales han sido más las bajas que los incrementos, a la primera quincena de julio le caen como bomba para la medición inflacionaria.

 

El argumento tanto de Pemex como de la Comisión Federal de Electricidad es que se han incrementado los costos de los energéticos, pero más bien este aumento tiene toda la cara de ser un respaldo a los ingresos fiscales tan castigados últimamente.

 

Así que ya veremos el 22 de julio, cuando el INEGI dé a conocer la inflación de esta quincena, cuál es el impacto no subyacente y también cómo siguen las presiones cambiarias en otros subindicadores inflacionarios.

 

Hay precios de ciertas mercancías que sí han tenido un claro impacto derivado de la depreciación del peso frente al dólar. El índice inflacionario de las clases medias y altas de ambientes urbanos son muy superiores a la medición general, con excepción del pago que hacen por los diferentes servicios de telecomunicaciones.

 

Como sea, el Banco de México, con todo y el incremento en el costo del dinero del jueves pasado, no se tocará el corazón para dar otro apretón monetario. Y más si se concretan las presiones que hay anunciadas sobre el tipo de cambio.

 

Parece que durante esta segunda mitad del año voltearemos con más frecuencia al búnker del banco central.