ANKARA. Los 41 muertos del triple atentado suicida contra el aeropuerto Atatürk en Estambul han puesto de manifiesto la capacidad y voluntad del Estado Islámico (Daesh), probable autor de la masacre, de herir Turquía en su ya maltrecha industria turística, una de las fuentes de ingresos más relevantes del país.

 

Antes de los atentados en el aeropuerto de Estambul, el Ministerio de Turismo dio a conocer las cifras de turistas extranjeros en mayo. La llegada de turistas no sólo alcanzó su récord de caídas consecutivas durante diez meses con 2.5 millones, el nivel está 34.7% por debajo del de 2015, sino que además los hoteles y centros turísticos entraban en la temporada alta, lo que agravó la situación del sector. Las llegadas de pasajeros cayeron 35% respecto al mismo mes de 2015, tras haber registrado ya una caída anual del 28% en abril.

 

Si se confirma la autoría del Deesh, avanzada como pista principal por el primer ministro turco, Binali Yildirim, será su tercer atentado en Estambul dirigido contra el sector turístico, tras el de la Mezquita Azul en enero, con doce muertos (once alemanes), y el de la céntrica calle Istiklal en marzo, con tres víctimas israelíes y una iraní.

 

Es la fase más reciente de una relación entre el Gobierno turco y el yihadismo que ha ido empeorando desde agosto de 2014, cuando el entonces ministro de Exteriores y después primer ministro, Ahmet Davutoglu, definió al EI como “jóvenes suníes enfurecidos”.

 

El Estado Islámico cometió el 10 de octubre en Ankara el atentado suicida más grave de la historia de Turquía, que causó 101 muertos, contra una manifestación de la izquierda a favor de la paz en el conflicto kurdo, algo que contribuyó a polarizar la sociedad, al interpretarse que los yihadistas golpeaban a los “enemigos del gobierno”.

 

La izquierda acusó a la policía de haber mirado para otro lado mientras el EI organizaba redes y reclutaba a seguidores en numerosos lugares de Turquía, de forma poco disimulada.

 

Los atentados suponen un duro golpe para el gobierno turco, dado que su buena imagen ante el electorado, también en los sectores conservadores y religiosos, depende de su gestión económica y su capacidad de garantizar la estabilidad.

 

El turismo, con unos 40 millones de visitantes al año, sostiene el 12% del PIB turco, pero este año ya se ha visto gravemente afectado, tanto por los atentados como por la crisis diplomática con Rusia, segundo país emisor de turistas.

 

En los últimos día, el Presidente Recep Tayyip Erdogan ha dado pasos para enmendar la relación y ayer Moscú anunció que iba a levantar sus sanciones.