En un inicio se llamó Paseo de la Emperatriz. Fue trazado durante lo que se conoce como el segundo imperio mexicano, encabezado por Maximiliano de Habsburgo, y era exclusivo para su familia y amigos.

 

Cuentan que desde el Castillo de Chapultepec, Carlota lo observa irse al Palacio de Gobierno.

 

Paseo de la Reforma no era una avenida tan larga como ahora. Existen mapas que la ubican hasta la Glorieta del Caballito. Era arbolada y su trazo se basó en las grandes avenidas europeas, como Champs Élysées, en París.

 

Dicen que hay árboles de los tiempos de Maximiliano, de allá por 1864-1867. En algunos recorridos yo sólo pude documentar del Porfiriato, por ejemplo, el Árbol Juarense, que Porfirio Díaz sembró en honor a Benito Juárez.

 

El preámbulo histórico viene al caso porque hay un grupo de investigadores que impulsa el reconocimiento de Paseo de la Reforma como Patrimonio Histórico.

 

Con esa declaratoria se protegería una avenida que, de pronto, se puso de moda para los constructores de rascacielos que han redensificado algunos puntos de la ciudad.

 

De acuerdo con los impulsores de esta declaratoria, las edificaciones impactan en el valor histórico de la avenida, y también tienen afectaciones urbanas.

 

Paseo de la Reforma es una de las principales avenidas del país, no sólo por su valor histórico, sino también por su ubicación e importancia económica (aunque de acuerdo con las propias autoridades, la de predial más alto es Presidente Masaryk, en Polanco).

 

Hay proyectos para introducir el Metrobús y, según los especialistas, el Cetram que se levantará en el Metro Chapuletepec afectaría también la avenida.

 

Lo que es un hecho es que Paseo de la Reforma tiene sitios de las distintas etapas históricas por las que ha pasado el país, por lo que no estaría de más tomar en cuenta esas opiniones. Ese valor histórico suma al atractivo de Reforma y, si se sabe aprovechar, atraerá más turismo.