Aunque soy amante de andar en bicicleta, no me gusta hacerlo desnuda. Traumas míos, supongo. Se los cuento porque cuando veía las noticias de la Ciclo-Marcha Nudista de la CDMX salió una mujer igualita a mí, pero no, ¡esas pompas no eran mías! Se los juro.

 

No crean que soy aguafiestas o que no quiero apoyar el movimiento World Naked Bike Ride, pero creo que es mejor que las arrugas que me salieron en la celulitis se queden en secreto. No soy tan liberal y todavía tengo un hijo al que educar, por lo que andar desnuda por las calles te resta puntos en las negociaciones madre-crío. Además, debe existir una manera más eficaz de conseguir la atención de los automovilistas, ¿no? ¿Con qué cara le pides “¡respétame!” con una bubi viendo para acá y otra para allá?

 

Esa tarde el destino tenía para mí otros planes, así que guardé la bici y me quedé en casa leyendo que Alejandro Fernández quiere hablar con Enrique Peña Nieto para pedirle que frene el acoso periodístico en contra de los famosos. ¿Algún alma caritativa que le consiga una cita? Yo digo que está en chino y que en Los Pinos hay asuntos más urgentes que el aclarar quién mordió al Potrillo, si un perro, un jaguar o el mismísimo Yeti.  Ahora que coincidir con los políticos es cuestión de suerte, y en una de ésas se topa al presidente en el lugar menos pensado.

 

Lo sé porque el sábado me encontré a una mujer de su gabinete en un ex table de la colonia Roma, donde ahora se presenta un espectáculo llamado Myst: My Soundtrack, en el que cantantes famosos y muchos bailarines presentan éxitos de cinco décadas en inglés. No es teatro ni comedia musical, sólo cantan y cantan sin parar durante dos horas, casi 90 oldies but goodies. Eso sí, la producción es fantástica.

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Según mis informantes, la noche anterior estuvo ahí Miguel Ángel Mancera, o sea que cantó las de Madonna 24 horas antes que yo.

 

Total, ahí estaba su columnista de cabecera cuando escuché a una mujer corear, a todo pulmón y con mucho sentimiento, Total eclipse of the heart. Cuando giré para solidarizarme y decirle: “No te preocupes, mana; regresará el amor a tu vida…” descubrí que era la canciller Claudia Ruiz Massieu. Iba con muchos amigos y con un guarura medio distraído, así que mientras él suspiraba por una bailarina de rasgos japoneses, yo tomaba imágenes para la posteridad.

 

Debo decir que la titular de la Secretaria de Relaciones Exteriores mueve el cuerpo con gran enjundia. Lo noté porque mientras ella se deslizaba al ritmo de No rompas más, mi pobre corazón, in english, yo hacía lo propio en la retaguardia (para tener un mejor ángulo del muelleo).

 

Siento que bailar te une mucho, y ya luego la relación se profundiza. Claro, no pudimos platicar porque el antro no se prestaba para la diplomacia, pero gritamos juntas la de Pharrell Williams: “Because I’m happyyyyyy…” como si la vida fuera perfecta. Horas más tarde, la secretaria del ritmo en la sangre subió un tuit expresando condolencias por el tiroteo de Orlando. La felicidad a veces dura solo un ratito.