Hubo una época en la que el primer paso a ser alcanzado cuando se independizaba un territorio, era obtener el reconocimiento de algún país poderoso. En la ex Yugoslavia misma, de donde ahora se ha escindido formalmente la séptima selección nacional de futbol, Croacia y Eslovenia tuvieron en el reconocimiento de Alemania un gran atajo para acelerar sus respectivas soberanías.

 

Pero tanto o más puede hoy el futbol, cuando tal legitimidad se ha probado insuficiente (porque, por citar su ejemplo, Kosovo ha sido reconocido desde 2008 por Reino Unido, Estados Unidos y Francia, aunque sigue a la espera en la ONU). En ese sentido, me parece importante retomar una declaración del entrenador de la no oficial selección kurda, Abdullah Mahmoud Muhieddin: “Como cualquier país, queremos abrir la puerta a través del futbol (…) Hacemos nuestro trabajo a la par que los políticos hacen el suyo”.

 

Es decir, que tener una oncena cantando un himno, ondeando una bandera, jugando eliminatorias mundialistas, inmersa en ese pilar de la diplomacia internacional que es hoy el futbol, puede resultar más contundente.

 

Por eso es simbólico, aunque sobre todo muy trascendente, el ingreso de Gibraltar y Kosovo a la FIFA, consumado el pasado viernes. Para explicar el primero de ellos, tenemos que retomar otro asunto complejo: el concepto de los “países deportivos”; Islas Feroe pertenece a Dinamarca, Puerto Rico a Estados Unidos, Hong Kong a China, pero por diversas razones tienen derecho a participar en eventos de la FIFA. Bajo ese marco legal jugará Gibraltar, que es un territorio británico.

 

Todo es más delicado con Kosovo, que competirá para calificar a un Mundial a jugarse coincidentemente en el país que más ha pesado en contra de su independencia: Rusia; el Kremlin ha apoyado en todo a su hermano Serbia, que es el principal afectado por la independencia kosovar (el presidente de la federación serbia calificaba la admisión de Kosovo como acto político y no deportivo).

 

Luego vienen otros efectos que la FIFA tiene que haber calculado: las entidades europeas que pretenden su independencia y quieren comenzar el proceso teniendo una selección. Por lo anterior, no es casual que España se haya opuesto a ese ingreso que marca un precedente para las voluntades de Cataluña y el País Vasco.

 

Un intrincado rompecabezas, al que debemos de añadir los futbolistas que podrán cambiar de país y sumarse a la recién reconocida Kosovo: Xherdan Shaqiri, máxima estrella de Suiza, ya festejó el título de Champions con el Bayern portando una bandera de Kosovo. Junto con él podrían ser seleccionados elementos destacados como Granit Xhaka, Adnan Januzaj o Varon Behramy. La FIFA veta a todo jugador que haya disputado partidos oficiales con una selección, de hacerlo con otra. La excepción llega cuando ese representativo nacional es de reciente creación (pensemos en Robert Prosinecki, mundialista con Yugoslavia en 1990 y con Croacia en 1998).

 

Antes que la FIFA, ha sido el Comité Olímpico Internacional, al dar pauta a Kosovo de competir como nación en Río 2016. Con dos apoyos de semejante magnitud, la ONU tendrá que analizar ese estatus. Y es que hoy el deporte puede más y puede antes.

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