Los estadios egipcios se mantienen cerrados al público a cincuenta meses de la Tragedia de Port Said, en la que perecieron 72 aficionados en el partido entre Al-Masry y Al-Ahly.

 

Equipos en crisis, desmanes ahora por colarse a los estadios y una liga que irremediablemente ha perdido relevancia, son consecuencias de un futbol que se ha jugado sin afición desde febrero del año 2012; también de un futbol politizado o, más bien, de una revolución que sólo se consumó futbolizada.

 

Este lunes, como todos los 25 de abril desde la irrupción de la llamada Primavera Árabe egipcia, ha sido tenso en El Cairo. La conmemoración de la salida de las tropas israelíes del Sinaí en 1982, suele dar paso a las más variadas reivindicaciones populares. Esta vez, el repudio se ha dirigido hacia el presidente Abdel Fattah al-Sissi: protestas por el obsequio de dos islas en el Mar Rojo a Arabia Saudita, exigencias de renuncia del mandatario y molestia por la represión que se eleva a cada mes, incluido el cierre de estadios que perdura.

 

El pretexto para esto último es que no se puede garantizar la integridad de los aficionados, pero la verdadera razón es el miedo que suscitan al régimen las aglomeraciones futbolísticas; en Egipto no se olvida la importancia que tuvo la afición del Ahly para derribar a Hosny Mubarak en 2011, así como el rol de los ultras en la deposición de Mohamed Morsi en 2013.

 

Así que se mantienen las gradas vacías con un par de excepciones: los cotejos de la Champions League Africana y algunos compromisos de la selección nacional; la única explicación posible para lo anterior, es evitar el costo político que tendría ser vistos como cómplices de la derrota de equipos locales ante extranjeros.

 

Un par de semanas atrás, el Zamalek recibió en El Cairo al Mouloudia Olympique de Argelia; el partido transcurrió sin mayor altercado, haciendo pensar que la asistencia a los estadios por fin sería normalizada luego de largos cuatro años. No obstante, el miércoles pasado, como parte del mismo certamen continental, el Ahly recibió en su exilio en Alejandría a un club de Tanzania y 32 personas resultaron heridas en choques con la policía.

 

Eso, más tragedias recientes como el fallecimiento de 22 aficionados del Zamalek al intentarse meter a un estadio donde se jugaría a puerta cerrada, dejan al futbol como uno de los eslabones más volátiles en la ya de por sí convulsa sociedad egipcia.

 

Hacia fines del año pasado se autorizó incrementar considerablemente el aforo para el vital partido eliminatorio rumbo al Mundial 2018 de Egipto recibiendo a Chad. La razón, que los apodados Faraones habían perdido en la ida y al-Sissi no podía exponerse a quedar tan pronto fuera del Mundial.

 

Acaso el régimen tomó nota de algo que se da por hecho en círculos académicos: que si Egipto hubiese calificado a Sudáfrica 2010, la Primavera Árabe no se habría contagiado al país del Nilo y Mubarak hubiera seguido tan tranquilo gobernando.

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