Un trabajo profundo de conciencia que nos conviene hacer a todos es aprender a amarnos a nosotros mismos antes que nada. Y lo subrayo ya que es muy común no estar muy acostumbrados a decirnos a nosotros mismos que somos la persona más importante para amar; y es que si yo me amo a mí misma y me trato con cariño y respeto, es más fácil que pueda amar a los demás. Si me acepto con todo lo que soy es más fácil que pueda aceptar al otro, aunque no necesariamente esté de acuerdo con él.

 

Si esto lo experimentamos primero en nosotros mismos, se abre la posibilidad natural de amar y aceptar al otro sin tanta barrera, porque ya existe un trabajo anterior personal y profundo con nosotros mismos.

 

columna amarse 1El saber que la primera persona a la que es importante amar es a mí misma, pero no desde ese egoísmo mal entendido, sino desde ese lugar de aceptación de responsabilidad, de dignidad y humildad, me da el espacio de paz necesario para transformarme interiormente desde el amor, reconociendo que no soy perfecta, sino que soy sólo un ser humano común, con virtudes y defectos, que soy luz y sombra, que soy todo eso y, aún con todo, puedo amarme, abrazarme y respetarme profundamente, intentando en el proceso disminuir poco a poco esa vocecita interior que me juzga como el peor tirano, que me lastima y que me hace más daño que nadie.

 

Parte de este proceso para aprender a amarme fue, primero, conectarme con mi corazón, abrirlo poco a poco y darme permiso de sentir lo que sucede conmigo y con lo que recibo del mundo. En ocasiones es necesario trabajar profundamente para descongelarlo, porque muchas veces por haber sido heridos de pequeños sentimos la necesidad de guardarlo para cuidarlo y protegerlo de los embates del mundo al que llegamos, y lo llevamos a un lugar muy profundo donde se cerró y congeló, y hoy por ese miedo a que nos vuelvan a lastimar o no seamos amados tal cual somos, preferimos mantenerlo guardado, congelado, para no sentir ese dolor tan profundo de no ser amado o aceptado.

 

Esto no siempre es fácil de detectar en nosotros, porque duele profundamente y nos hemos hecho duros para aguantar la vida, pero el costo que hemos pagado ha sido que nos hemos alejado del amor real, y de la vida misma, porque nos aleja de la conexión con nosotros mismos y con los demás.

 

Pero te tengo una noticia: nos guste o no, para que de verdad logremos conectar con nosotros mismos, con nuestro corazón, con el amor, casi siempre es necesario entrar al dolor que nos llevó a este lugar insensible, para poder descongelar nuestro corazón y permitirle que se abra, para que pueda volver a sentir, para que pueda abrirse a la posibilidad de recibir y entregarse sin tanto miedo u obstáculos, para permitir que su energía natural de amor y amabilidad se manifieste en ese flujo de conexión de la energía del amor, de dar y recibir, para poder nutrir a ese corazón herido, lastimado, que se había cerrado para evitar sentir la muerte en vida, y al final se quedó sin sentir.

 

Cuando nos abrimos a amarnos a nosotros mismos, nos estamos preparando para abrirnos a amar al mundo y a aceptar y recibir el amor del otro. Así se da la conexión amorosa, es un flujo de energía que va y viene, pero necesitamos estar abiertos para ello.