Cierta faceta del deporte que no siempre hallamos en la vida: la permanente posibilidad de redención, de reivindicación, de reescritura para el final de una historia.

 

Ahí está el Real Madrid, tras tan caótica temporada, teniendo incluso a su alcance el corregir un partido de Ida de Cuartos de Final con pose de “perdona-vidas”, para seguir aspirando al trofeo más relevante del año.

 

Ante la inevitable prisa con que se plantea un cotejo en el que se está obligado a anotar por lo menos tres goles, la disyuntiva es evidente: ¿atacar a fuerza de tronante epopeya o hacerlo en modo de conmovedor soneto?

 

La respuesta, como a menudo sucede, está en algún mágico equilibrio entre esos dos géneros: porque ser un relámpago de entusiasmo no basta, como tampoco salir a hacerle el amor al balón; épica y lírica a partes iguales, aunque ese matrimonio no siempre sea posible y algún músculo deba de estar listo para solucionar la rima que escapa al poema.

 

Alemanes al margen, si un equipo es célebre por su capacidad para volver cuando se le ha dado por ido, es precisamente el Madrid. Cosa del destino que el contrincante sea en específico germano, pero llegados a este punto, a los merengues más les preocupa su propio hacer que el de quien se pare enfrente (máxime si, de entre los teutones que pudieron tocar, no se trata del Bayern).

 

Una eliminación en esta ronda y ante este rival menor, tendría tintes de era glacial en el Bernabéu: ¿quién sobreviviría?, ¿quién se marcharía?, ¿dónde iniciaría y terminaría la desbandada? Difícil saberlo, y eso es lo que involucra en particular a cada uno de los jugadores: la certeza de que ante el Wolfsburg se encara todo un Día D; la condena ineludible de no consumarse la remontada.

 

El inconsciente colectivo madridista ha terminado por nutrirse del denominado “Espíritu de Juanito”. Como muchos otros pasionales andaluces (pienso en Fernando Hierro o actualmente en Sergio Ramos), Juanito embonó de maravilla en el sentir de las gradas blancas. Su trágico fallecimiento a poco de haberse retirado, más una peculiar frase, terminaron por darle un sentido místico en el Bernabéu. La frase, de 1986, fue dicha tras caer 3-1 contra el Inter en Milán; ante los periodistas italianos que daban por liquidada la eliminatoria, Juanito contestó en una churrigueresca revoltura de andaluz, italiano e inglés: “noventa minuti in Bernabeu son molto longo”.

 

Sobra decirlo, aquellos minuti in Bernabeu sí fueron molto longo y el Madrid remontó. Por ello cada que hace falta renacer con casaca madridista, es invocado el espíritu de este jugador (como dato adicional para comprender lo que se le quiere y recuerda, siempre en el minuto 7 –el dorsal que portó, como Butragueño, Raúl o Cristiano– el Bernabeú canta “¡ia, ia, ia, Juanito Maravilla!).

 

Luka Modric ha pedido paciencia, aseverando que en cinco minutos no se revertirá tan adverso marcador. Manera de retomar la vieja frase de Napoleón: “Vestidme despacio, que llevo prisa”. Forma también de buscar que épica y lírica se alíen, para elevar al Madrid a sus sextas Semifinales consecutivas de Champions.

 

No será fácil, pero avanzará.

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