Cuando el sistema de medición tiene como herramienta principal un trofeo, el análisis se vuelve sencillo pero igualmente injusto, especialmente para el entrenador.

 

Para llegar a un juicio tan severo deben tomarse en cuenta algunas consideraciones. En el futbol, por ejemplo, resulta indispensable empezar con el plantel, el material humano con el que se cuenta delinea muchas cosas y nos da la facilidad de poner en perspectiva las metas en cada temporada. Otra muy sencilla es ver el peso específico de los oponentes.

 

Caso concreto: Ignacio Ambriz. Ciertamente llego de manera inesperada al equipo. Un entrenador de “mayor” perfil pedían los americanistas, sobre todo después de haber tenido en el banco a gente como Herrera, que en su momento también resultó sorpresivo para algunos, después Mohamed y rematando con Matosas. Todos fueron campeones; todos conquistaron algo. Cada uno con su estilo, pero al final de cuentas consiguieron un trofeo. Por eso la exigencia con Ambriz parecería ser la misma.

 

Sin embargo, en México es prácticamente prohibitivo condicionar el éxito con un trofeo, y particularmente lo es en nuestro país por la paridad que existe en muchos de los planteles, claro que como en todos los deportes hay fuerte y débiles, pero en este caso no hay uno sólo que este muy por encima de los demás: podemos decir que Tigres tiene el mejor plantel de nuestro país, pero igualmente podemos establecer que el de América está para pelearle al que sea, lo mismo Monterrey o el Cruz Azul con todo y sus tristes y repetidas historias.

 

Con Ambriz había más elementos para dudar que con los otros, queramos o no. Sus antecesores habían escrito ya historia en nuestro futbol, con o sin título de por medio, pero al menos había un estilo que los distinguía, cosa que no sucede con el actual, un técnico que si bien tiene sus ideas, aún no ha logrado imprimirlas con claridad, y no porque le rebasen las dudas. Simple y sencillamente porque para ello se requiere tiempo: tiempo de trabajo y de poder exhibirlo en el escenario más grande, que es la Primera División.

 

Sé que las cuentas se hacen al final, y será cuando termine la temporada cuando podamos establecer si la gestión de Ambriz ha sido o no exitosa. Lo cierto es que ha logrado revertir el estado anímico y futbolístico del equipo; diferente el asunto disciplinario que sigue siendo tarea pendiente.

 

Otorguémosle cierto crédito, creo que se ha ganado más que el beneficio de la duda y, al menos, vamos a reconociendo que ha permanecido en el puesto más de lo que muchos pronosticaron.

 

Nos vemos el lunes en la Grada 24