Si Donald Trump dedica un minuto a despotricar en contra de México, durante ese tiempo nuestro país y Estados Unidos tienen un intercambio comercial de un millón cien mil dólares.

 

Y hablo en serio. El comercio diario entre México y Estados Unidos supera los 1,600 millones de dólares. Esta es una parte de la realidad de la relación bilateral.

 

Pero no hay que perder de vista que hoy un trozo de la realidad estadunidense la representa ese precandidato republicano que pone en palabras estridentes el sentimiento de millones de personas que han perdido las esperanzas en el American Way of Life.

 

El alimento básico de un populista es la inconformidad de alguna parte de la sociedad. No hay derechos de exclusividad en la derecha o la izquierda para que alguien abuse de la necesidad de brindar una esperanza, aunque ésta sea tramposa, mentirosa y hasta peligrosa.

 

Si algo no se le puede regatear al millonario neoyorquino es su habilidad para los negocios. Y no hay duda que su enfoque de la candidatura que tanto busca es la de una ríspida competencia por conseguir un trofeo.

 

Pero la realidad de la relación entre México y Estados Unidos no está representada por el discurso de odio que siembra todos los días este personaje. Lo real del vínculo entre las dos naciones se plantea mejor con empresas como Ford Motor Company.

 

Es evidente que Donald Trump se tenía que encolerizar como lo hizo cuando se enteró que esta armadora de autos de su país habría de invertir en México 1,600 millones de dólares más para establecer una planta de ensamblaje de autos compactos.

 

El mensaje político a este señor es que una de las firmas más emblemáticas de Estados Unidos entiende que Norteamérica es una región productiva y lucrativa. Que la ventaja del libre comercio beneficia a toda una región y que el discurso nacionalista que plantea es propio de aquellos tiempos de la guerra fría, no de esta era de integración digital.

 

Lo que quizá no pueda ver Donald Trump es que Ford no está preparando maletas para explorar si hace negocios en México, quizá no tiene idea que esta firma llegó a nuestro país en 1925 y que fue una de las pocas empresas que se quedó en México durante los peores tiempos de nuestro propio populismo del siglo pasado, tal como lo hicieron las otras dos grandes firmas estadunidenses: General Motors y Chrysler.

 

México y Estados Unidos tienen mucho en común, tanto que del tamaño del vínculo es la dimensión de la preocupación porque un solo hombre y su mensaje de odio pudieran afectar esa simbiosis.

 

La posibilidad de que Donald Trump se convierta en presidente es real, pero el peligro se extiende más allá de sus posibilidades electorales.

 

Porque aun si fracasa en este proyecto y de última hora Ted Cruz gana la nominación republicana o bien los demócratas lo derrotan en las elecciones de noviembre, su mensaje quedará incrustado en muchas personas que tienen un resentimiento que necesitan encausar.

 

El sentimiento antimexicano es real en Estados Unidos y eso es un peligro. El primer riesgo es físico para los mexicanos, o que tengan esa apariencia, en aquel país y después todas las consecuencias económicas.

 

No hay que combatir al personaje, hay que respaldar los mensajes correctos.