ATLIXCO. El viacrucis de Atlixco, en el estado mexicano de Puebla, reúne desde hace más de un siglo en Semana Santa a un grupo de penitentes capaces de traspasar el umbral del dolor por su devoción, al salir en procesión encapuchados y descalzos, con grilletes y coronas de espinas.

 

Atlixco, un municipio situado a 30 minutos de Puebla capital y que fue nombrado recientemente Pueblo Mágico, acogió hoy la llamada procesión de los Engrillados, que se celebra cada Viernes Santo en medio de gran expectación.

 

Las principales calles de este municipio situado a unos 150 kilómetros por carretera de la capital mexicana, se cubren con alfombras decorativas elaboradas con serrín de colores en un recorrido de cinco kilómetros que comienza en el Exconvento de San Francisco.

 

Con un paso lento y quejumbroso, cientos de hombres semidesnudos y encadenados caminan en busca del perdón divino a través del dolor.

 

“Es la fe, la devoción que tenemos para salir y para que este año nos vaya bien a nosotros y a la familia, una obra de agradecimiento”, describe un engrillado a Efe los motivos que le llevan a salir cada año en la procesión.

 

En otros casos se agradece la cura de algún familiar que padecía una grave enfermedad.

 

La preparación es fundamental para poder afrontar esta penitencia.

 

Físicamente salen a correr y hacen pesas los meses previos a la procesión.

 

Espiritualmente reciben preparación a través de encuentros, conversaciones y lecturas de la Sagrada Escritura.

 

Sin embargo, no todos aguantan este sacrificio. “He visto a compañeros que se desmayan, les tienen que quitar las cadenas porque no aguantan, voluntarios de la Cruz Roja se los tienen que llevar”, relata otro engrillado.

 

Arrastran pesadas cadenas, que a veces superan los 100 kilos, con la cara tapada y una corona de espinas.

 

En el pecho, los brazos, las piernas y en la espalda se clavan más espinas que una semana antes van a buscar descalzos a un cerro cercano, señala la administradora del Exconvento de San Francisco, Judith Sánchez del Razo.

 

En sus manos cargan una bandeja con limones, lo único que toman durante todo el recorrido para evitar la deshidratación.

 

Caminan bajo la atenta mirada de fieles y miles de visitantes de diferentes partes de México.

 

A su lado, dos personas caminan para auxiliarlos en caso de emergencia y como apoyo para acomodarse las cadenas e hidratarse.

 

“Es emocionante ver esto, en ellos se reflejan los pecados que uno comete” declara la atlixquense Rosa María, que cada año acude a ver la procesión.

 

El arrastre de las cadenas y los rezos de los engrillados son los únicos sonidos que se escuchan durante todo el recorrido.

 

“La fe es lo que los mueve a ellos a salir”, indica a Efe Alicia Garcés, representante de los engrillados de Atlixco.

 

“Hay personas que llevan más de cincuenta años saliendo y dicen que van a salir hasta que Dios se lo permita”

 

La mayoría son originarios de ese municipio poblano, aunque cada año llegan más participantes de diferentes partes del país como Matamoros, Tlaxcala o Guadalajara, e incluso desde Estados Unidos, en este último caso para cumplir con su penitencia tras vivir el sueño americano.

 

La tradición, según el padre Fernando, sacerdote de la Arquidiócesis de Puebla y párroco de Atlixco, está marcada en las sagradas escrituras.

 

“En la Biblia se relata que cuando el pueblo había pecado había personas que hacían prácticas penitenciarias; durante algunos días ofrecían estas prácticas para que perdonaran al pueblo, estas tradiciones se han extendido en el pueblo hispanoamericano”, narra.