La foto que se ha hecho célebre, muestra el tipo de caos que rodea a lo que nunca ha sucedido: un niño con suéter color mamey y los ojos tapados por una mascada blanca, introduce la mano derecha en una especie de urna. A sus espaldas pueden verse varios rostros encimados, algunos emocionados, otros ansiosos por ver el resultado, el resto de plano tensos.

 

COLUMNA LATI Se trata de Luigi Franco Gemma, con 14 años de edad en ese 17 de marzo de 1954, en el momento justo en que su mano va a decidir que España queda fuera del Mundial a disputarse en Suiza y que Turquía se clasifica por primera vez en su historia.

 

¿Qué sucedió en ese episodio del cual este jueves se han cumplido 62 años? Un festival del absurdo. Primero, que el grupo eliminatorio que incluía a ibéricos y otomanos, tenía un tercero (Holanda) que abandonó la competencia, por lo que todo se limitó a la visita recíproca entre estas dos selecciones. Segundo, que España goleó en Madrid (4-1) y Turquía se desquitó en Estambul (1-0), pero por entonces no existía la diferencia de goles como criterio de desempate. Tercero, que programaron en Roma un cotejo que al fin determinara quién iría al Mundial. Cuarto, que la mayor figura española, Ladislao Kubala, no pudo ser alineado por un telegrama que presuntamente llegó desde la FIFA (aunque el organismo nunca admitió haberlo mandado). Y quinto, que el partido terminó igualado, con lo que se procedió a decidirlo con un sorteo.

 

Al ser hijo de un empleado del estadio, Luigi Franco Gemma estaba de curioso en la sala de prensa. Al improvisarse el sorteo, pidieron al más joven de los presentes que se ocupara de sacar uno de los dos papelitos y su elección eliminó a los españoles.

 

Eso sí era una definición por azar y no las series de penales. Eso sí eran sorteos definitivos (nada menos que la derrota o la victoria) y no lo que hoy se utiliza para establecer los grupos, emparejamientos, llaves.

 

Catorce años después, también en Italia, se daría otro caso similar, cuando la selección local avanzó a toda una final de Eurocopa mediante un volado. El rival era la URSS y tras no haberse anotado goles en 120 minutos, la moneda lanzada por un delegado determinó que los azzurri, y no los soviéticos, disputarían la Final.

 

Historias de sorteos y fortuna, con el aniversario del papelito sacado por el niño Luigi como marco. Lo anterior, justo cuando llega un viernes de máxima adrenalina con el sorteo de la Champions League.

 

Para cuando estos renglones sean leídos, ya se sabrá cómo quedan delineados los Cuartos de Final: si los españoles se encuentran entre sí (¿El Real Madrid con derbi ante el Atlético o clásico frente a Barcelona?), si Pep Guardiola con su Bayern tiene el morbo de enfrentar a su pasado (Barça) o a su futuro (Manchester City), si la incomodidad de un rival como París Saint Germain, si la preferencia por los dos que aparentan mayor debilidad, Benfica y Wolfsburg… El asunto es que ese sorteo conseguirá tanta repercusión internacional como algunos de los partidos más relevantes del año, y que en un mes tendremos otro evento de similar tensión para las Semifinales.

 

El futbol ha convertido esos protocolos en auténticos sucesos y con ellos acapara el debate mundial por una buena cantidad de horas. Un show espléndidamente producido y que coloca en vilo a millones de televidentes.

 

Ni que se tratara de un niño romano determinado si calificas al Mundial, dirían los españoles de aquellos lejanos años. No, pero, como muchos aficionados, estaré a las cinco de la madrugada intrigado por ver cuál papelito se pega con cuál.

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