En alguna cueva de las islas británicas tendrá que existir un oráculo que revele cada cuánto y en qué ciudad ha de emerger una nueva joya adolescente del balón.

 

Oráculo que seguramente habrá anunciado en 1957 a Bobby Moore (titular en West Ham a los 17 años tras la tuberculosis de su compañero titular), en 1961 a George Best (detectado a los 15 en Belfast), en 1985 a Paul Gascoigne (estrella en Newcastle ya a los 18), en 1997 a Michael Owen (antes de los 19 acumulaba más de 30 goles, incluido uno de los mejores en la historia de las Copas del Mundo), en 2003 a Wayne Rooney (clavando un gol de antología al Arsenal, antes de festejar sus 17), en 2006 a Theo Walcott (con 17 llevado al Mundial de Alemania sin siquiera haber debutado en la máxima categoría).

 

Oráculo que, tras advertir recientemente nombres como los de Danny Welbeck, Harry Kane, Raheem Stering, Dele Alli, ha lanzado una poderosa fumarola esta semana: Marcus Rashford, muchacho que al menos hasta el miércoles de la semana pasada, era conocido sólo por los muy cercanos a la academia del Manchester United.

 

Una epidemia de lesiones en Old Trafford permitió que saliera a la banca quien bajo condiciones normales en tan millonario plantel, no tuviera minutos hasta en un par de años. Sucedió que en plena sesión de calentamiento previo al cotejo de Europa League del jueves, se lesionó Anthony Martial. Sin opción madura para sustituirlo, Louis van Gaal lanzó al niño Rashford a una noche de alta tensión: pocos minutos y el United caía en casa a manos de un humilde rival danés; lo lógico era que en el naufragio se hundiera primero el menos experto, pero Marcus fraguó el rescate con dos goles. Apenas tres días después, ahora frente al Arsenal en Liga Premier, Rashford ha anotado otro doblete y dado una soberbia asistencia. Cuatro goles en igual número de días, que ratifican a Old Trafford, a través suyo, como Teatro de los Sueños.

 

En adelante vendrá lo más complicado, porque normalmente quienes pronto han deslumbrado, más pronto se han apagado, pero nadie podrá quitar a Marcus Rashford este momento. Son muchísimos los adolescentes que han debutado con soberbias muestras de su calidad, aunque en muy contados casos de una manera tan fulminante, con dos dobletes en sus dos primeras apariciones; algo tan conmovedor como deslumbrante.

 

De lo que acontezca en los siguientes 15 años de su carrera dependerá cómo nos aproximemos a este mágico inicio: si con la nostalgia de lo que pudo ser, de lo que en vano prometió, de lo que insinuó y no consumó; o con la satisfacción de que lo augurado terminó por cumplirse y vimos brotar a una gran estrella.

 

En alguna cueva británica, el oráculo de los súper niños con pie de adulto ha proyectado con fuerza a Marcus Rashford. Así de rápido, los momios respecto a su eventual convocatoria para la Eurocopa 2016 son 10 a 1 y van bajando.

 

Su futuro se antoja descomunal; ahí, precisamente, radica el elevado riesgo.

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