Hillary Clinton recibió una inesperada dosis de fuego amigo 72 horas antes del arranque del caucus de Iowa. El Departamento de Estado confirmó que hizo mal uso de documentos de alto secreto cuando dirigió aquella dependencia. Los correos electrónicos ilegales de Hillary pudieron catapultar a Bernie Sanders el día de ayer. (Al momento de escribir estas líneas no había concluido el proceso de votación en Iowa).

 

El arranque de las elecciones primarias parecía un día de campo para Hillary: 70% de intención de voto, y en un lejano segundo puesto, Bernie Sanders. Independientemente de los resultados de ayer, el uso de una cuenta gmail para comunicar y transmitir información de alto secreto en lugar de una .gov, ya es un tema en la agenda electoral que será utilizado por los precandidatos republicanos durante las elecciones primarias.

 

“En muchos aspectos la información nunca se ha movido tan libremente”, aseguraba Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado, el 21 de enero de 2010, durante un discurso pronunciado en el Newseum, el magnífico museo de noticias en Washington. “La diseminación de redes de información está formando un nuevo sistema nervioso en nuestro planeta”, continuaba Hillary. “(…) Esta libertad ya no se define solamente por la posibilidad de que los vecinos puedan ir a la plaza del pueblo y criticar a su gobierno sin miedo a que haya una venganza contra ellos. Los comentarios en blogs, correo electrónico y mensajes de texto han abierto nuevos foros para intercambiar ideas y han creado nuevos objetivos para la censura”, aseguraba Hillary. Paradójicamente, unos meses después de su famoso discurso en el Newseum, Hillary sufrió las consecuencias de Wikileaks, el portal icónico de las filtraciones, en donde Julian Assange reveló el contenido de miles de despachos diplomáticos. Primera advertencia.

 

Después, en enero de 2012, llegó la renuncia del jefe de la CIA, David Petraeus, por motivos tecnológicos. Investigado por el FBI, Petraeus se comunicaba con su amante Paula Broadwell a través de una cuenta de correo electrónico gmail. Paula también fue su biógrafa y en el intercambio de correos el FBI dijo que Petraeus pudo haber compartido información confidencial. Segunda advertencia.

 

La tercera advertencia la reveló Edward Snowden. El espionaje electrónico es tan sencillo como bajar una aplicación de App Store. ¿Cuántos enemigos de Estados Unidos leyeron los correos “privados” de Hillary? ¿Le envió a su esposo documentos clasificados para que les “echara un ojo” durante la tarde con el objetivo de comentarlos por la noche? ¿Es ilegal compartir información con Bill Clinton, ex presidente, que es su esposo?

 

El uso de la tecnología convierte en vulnerable a todos sus usuarios. Los políticos ya deben de conocer que las citas de café son más seguras que un intercambio de palabras en WhatsApp; que el big brother se ha híper democratizado.

 

En efecto, para Hillary, ese 21 de enero de 2010 del Newseum está muy lejos. Su apología a internet se convirtió en un búmeran envenenado. El maldito gmail de Hillary ya es uno de sus principales obstáculos durante su camino hacia la Casa Blanca.

 

El problema ya no parte de la subjetividad en la que se sostiene toda campaña electoral; ahora ya escaló al Departamento de Estado. Es decir: es oficial. Lo es porque el ente informó que no puede divulgar el contenido de 22 mensajes del servidor privado de Hillary, ni otros 18 que había intercambiado con el presidente Obama. Y lo peor: que la ex secretaria de Estado había hecho un mal uso de material secreto.

 

Ocho años atrás, Barack Obama ganó la presidencia, en parte, porque supo estructurar una comunicación asimilable a las nuevas tecnologías. Su Blackberry le transfirió rasgos de transmodernidad. El día después de su victoria, Obama guardó su smartphone en un cajón de su oficina por recomendación del servicio secreto. Hillary continuó comunicándose desde su gmail para sortear al servicio secreto. No pudo.

 

¿Por qué el fuego amigo?