Ante los empresarios “cupuleros” de la Canacintra, el dirigente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, expuso cuál es la diferencia entre las “alianzas políticas pervertidas, casi gays” –Óscar Levín Coppel dixit hace cinco años– que el PAN y el PRD tratan de formar para participar en los comicios de este año y los que siguen, hasta llegar al 2018, y las que ha hecho el tricolor con sus aliados.

 

Dijo el Jefe de Jefes que las famosas alianzas que se hacen entre partidos políticos no sólo deben tener el objetivo de ganar elecciones, sino garantizar gobernabilidad, estabilidad y proyectos comunes que le den certidumbre a la población; programas económicos que nos saquen de la mediocridad; políticas sociales que combatan la pobreza y la desigualdad; estrategias fregonas para combatir la corrupción; planes ídem para acabar con la inseguridad… como los que hace el PRI, pues. Las alianzas entre el PAN y el PRD lo único que generan es ganar alguna elección –en ocasiones–, pero al final no dan gobernabilidad, expuso Beltrones.

 

Y para que los “cupuleros” no albergaran ninguna duda, les soltó algunos “datos duros”: Las alianzas entre el PRI y sus coaliciones en el Congreso de la Unión para que sucedieran las reformas han sido votadas en 99% de manera común. “Eso nos hace a nosotros tener una mayoría que permita que las cosas buenas sucedan”. Por el contrario, las coaliciones entre PAN y PRD no han logrado ni 13% de votaciones unidas, porque cada quien vota por su lado. Pueden ganar elecciones, pero no garantizan votaciones y eso pega a la gobernabilidad, porque no hay certidumbre en su comportamiento. Uno dice negro (debió ser azul, ¿no?, acotan los observadores) y otro dice blanco (más bien amarillo) en el Congreso, cuando, nosotros todos decimos: verde, blanco y colorado.

 

¡Y colorín colorado, este bello cuento de las alianzas del PRI se ha acabado!

 

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El pasado 10 de septiembre, Arca Continental, la segunda embotelladora de Coca-Cola más grande de América Latina, anunció la adquisición de la mayoría accionaria de Corporación Lindley (de Perú), en un hecho que consolidó a la empresa mexicana en una de las embotelladoras más relevantes a nivel mundial. La empresa pagó a la familia Lindley 760 millones de dólares por 53% de las acciones comunes con derecho a voto, en una operación entre particulares, pues no cotizaban en la Bolsa de Valores de Lima. Así mismo, ofreció 0.89 dólares por cada acción de inversión, un sui géneris tipo de títulos sin derecho a voto que sí cotiza en la bolsa de aquel país y que tiene una legislación muy particular.

 

Aunque la misma Ley General de Sociedades de Perú establece que los titulares de estas “acciones de inversión” no deben recibir el trato de “accionistas”, pues sólo tienen derecho a dividendos y a una participación en el patrimonio en caso de disolución de la sociedad, a los pocos días representantes de sofisticados fondos de inversión tenedores de acciones de inversión iniciaron una campaña de presión mediática por lo que llamaron trato inequitativo, fallas de gobierno corporativo y de ser “esquilmados” en la operación, pese a que no hay ninguna obligación legal de hacer una Oferta Pública de Adquisición de parte de Arca Continental, o de ellos de venderlas.

 

Los tenedores de estas acciones insisten en que sus títulos sean considerados igual que las acciones comunes con derecho a voto, llegando al extremo de adquirir acciones de Arca tan sólo para poder entrar a una Asamblea a seguir reclamando un trato que por ley no les corresponde, en un evidente conflicto de interés.

 

Es curioso que uno de los principales voceros de los tenedores de acciones de inversión sea el CEO de Andino Asset Management, Carlos Rojas, quien busca a toda cosa ensuciar la transacción, cuando en 2013 declaraba que Corporación Lindley era de las pocas empresas peruanas que trataba bien a sus inversionistas.

 

¿Se deberá su cambio de opinión a lo mal que le ha ido a su fondo recientemente en el mercado de valores de aquel país y quiere recuperarse con un golpe de suerte a base de presión?