Un debate entre dos (Mariano Rajoy y Pedro Sánchez) pero sin el 40% de los españoles representados por Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (Ciudadanos), ambos excluidos.

 

Un debate que reflejó el pasado bipartidista español (PP y PSOE) pero que negó la composición actual del multipartidismo (Ciudadanos-Podemos-PP y PSOE). Es decir, el de ayer fue el debate dedicado al fin del bipartidismo.

 

Un debate dirigido a economistas (durante los primeros 60 minutos) pero no a los peatones.

 

La primera parte del debate la pierde el candidato del PSOE porque apostó toda su metralla (económica) al pasado, sabiendo que la mayoría de los españoles tiene muy al fondo de su cabeza la ecuación: Zapatero (PSOE)= el peor presidente durante el periodo democrático, por no haberse anticipado a la crisis hipotecaria.

 

Pedro Sánchez (PSOE) se arrinconó en la esquina del ring justo con el tema toral de la noche para él: la corrupción. Los “papeles de Bárcenas” (corrupción del PP a través del que fuera su tesorero Luis Bárcenas) representaban para Sánchez los elementos con los que pudo haberle hecho más daño a Rajoy. No pudo. A pesar de que el candidato socialista recordó el SMS que envió Rajoy a Bárcenas: “Luis, sé fuerte”. ¿Qué le sucedió a Sánchez?

 

Rajoy tildó a Sánchez de “ruin, mezquino y miserable” cuando el candidato socialista dibujó al presidente español como corrupto. Lo que vino después fue el descontrol de Sánchez; se autodescarriló porque durante varias ocasiones sólo escuchaba de Rajoy: “ruin, mezquino y miserable”. Minutos antes, Pedro Sánchez ya había dado muestras de su mala preparación para el debate: acusó a Rajoy de no permitir a las mujeres tener hijos. La estrategia de Rajoy fue no soltar el tema. Le pidió en varias ocasiones a Sánchez que explicara su acusación. “Usted lo sabe”, dijo Sánchez olvidando que quienes lo tenían que saber eran los millones de televidentes que siguieron el debate. Desde ese momento, el candidato del PSOE no pudo salir de la esquina que él mismo eligió. Quien acusa visita la lona del ring si no logra matizar los señalamientos.

 

Un debate cuyas percepciones mediáticas generadas por Pedro Sánchez fueron las de una confrontación entre un candidato y un presidente. Fracasó Sánchez al no presentar a Rajoy como un mal candidato. Ese era su objetivo. No lo pudo hacer.

 

Los debates son combates de estrategias de comunicación; ensayos presidenciales. Bajo el ángulo de marketing político, Sánchez se presentó al debate como un retador y no como un presidente en potencia. Rajoy se sintió cómodo sobre la estrategia que le propuso el retador.

 

Ambos rostros examinaban su propia participación: el de Sánchez desesperado y roto. El de Rajoy, seguridad y relajación.

 

Sorpresa, Rajoy ganó la contienda. Sánchez tuvo que haber estudiado el debate entre Rajoy con Alfredo Pérez Rubalcaba cuatro años atrás. El entonces candidato socialista confundió la velocidad de sus palabras con efecto bélico potenciado. Hablar rápido (candidato) se correlaciona con mal entendimiento (televidentes).

 

Fue sorpresiva la victoria de Rajoy porque es un mal polemista. Rajoy se guardó en los dos debates entre Sánchez, Iglesias y Rivera porque sabía que la capacidad dialéctica de Pablo Iglesias le podía haber hecho mucho daño.

 

Ayer, Sánchez y Rajoy se equivocaron al no reconocer la situación política actual de su país: ninguno de los cuatro partidos obtendrá la mayoría absoluta en las elecciones del próximo domingo. Por primera ocasión en la historia de la democracia española, ningún partido superará el 30% de los votos. Ayer, ni Rajoy ni Sánchez hicieron un gesto a Iglesias y Rivera, pero el domingo tendrán que recurrir a ellos para formar alianzas.

 

El de ayer, dos sorpresas: la victoria de Rajoy y la presencia, con su ausencia, de los candidatos de Ciudadanos y Podemos.