PARÍS. Los musulmanes franceses acudieron hoy entre la tensión y estrictos controles de seguridad a las mezquitas del país para sumarse al rezo del mediodía por la paz, en el primer viernes después de los atentados de París.

 

El Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM), máximo organismo del islam en el país, pidió a las 2,500 mezquitas del país que se leyera en el servicio religioso de este viernes un texto de “rechazo categórico y sin ambigüedad a toda forma de violencia o de terrorismo”.

 

Mohammed Ali, comerciante de 33 años, acude a la Gran Mezquita de París, enclave simbólico del islam en Francia, como cada viernes tras salir del trabajo, pero algo ha cambiado: “He perdido a dos amigos. Es duro para todos”, explica, y desvía la mirada.

 

Desde los ataques del viernes, se han producido agresiones con sesgo religioso como la del pasado miércoles en Marsella contra una mujer con velo y un profesor judío. “Desgraciadamente, hay una minoría que nos vincula con la violencia, frente a la mayoría que apela a permanecer unidos”, asegura Mohammed, que luce pantalones de traje y barba recortada.

 

La Gran Mezquita suspendió ayer la concentración prevista para hoy por “razones de seguridad”, según la recomendación de la Policía, de modo que el homenaje a las víctimas se limitó a la lectura de textos por la paz en el interior el templo.

 

El Gobierno decretó la prohibición de manifestaciones en la vía pública tras los atentados, una medida que extendió ayer hasta el próximo domingo y que excluye “las concentraciones en los escenarios de los atentados con fines conmemorativos”.

 

Desde la posición privilegiada que ofrece el tejado de este edificio de cúpulas blancas, dos agentes vigilan a los centenares de personas que aguardan en la calle, mientras varios policías registran bolsos y mochilas.

 

A pocos metros de las fuerzas del orden, un hombre de piel pálida y ojos claros dice: “Islam asesino”, mientras fija su mirada en la fila de devotos.

 

“La gente es suficientemente inteligente para distinguir entre los delincuentes y terroristas y los que venimos aquí tranquilamente a rezar”, expresa Lahoucine Boucheikha, de 35 años.

 

Este empleado de una empresa de tecnología cercana al templo asegura no tener miedo, porque Francia es “un Estado de derecho”, mientras que Samir Amar, estudiante de derecho y vecino del barrio, estima que el temor hace que hoy se vean menos devotos.

 

Mientras algunos reconocen no haberse enterado del llamamiento del CFCM, muchos aseguran que han venido como acostumbran a hacer cada viernes, día sagrado de la fe musulmana, porque viven o trabajan en los alrededores.

 

Otros, como Samuel Sartori, de 26 años, acude expresamente con dos amigos para sumarse al tributo por las víctimas, desafiando la insistente lluvia.

 

“Estar aquí presente y mostrar rechazo contra el terrorismo es lo mínimo”, destaca este camarero, que admite que se ha “sentido tratado a veces de forma diferente por ser musulmán”.

 

Las largas colas ocasionadas por los registros policiales le han impedido llegar a tiempo para oír un discurso de rechazo de la violencia “que, de todas formas, los imanes predican durante todo el año”.

 

Lo mismo le ha ocurrido a Kamelia Didelot, investigadora de biotecnología de 55 años, sin velo islámico, que no forma parte de los adeptos habituales del centro religioso.

 

“He venido aquí por primera vez, para expresar mi solidaridad. Los musulmanes tenemos el corazón roto”, resalta esta madre de cuatro hijos entre los 10 y los 18 años.

 

Relata que el miércoles pasado, cuando se produjo la intervención antiterrorista en Saint-Denis que acabó con la vida del cerebro de los ataques, Abdelhamid Abaaoud, su hija adolescente decidió regresar a casa a mitad de camino hacia la escuela por miedo a que los yihadistas atacasen el centro educativo.

 

“Tenemos que estar unidos y encontrar una solución entre todos los ciudadanos, porque no sabemos dónde golpearán la próxima vez”, resume.  DM