Tardó 23 años en volver. Tomó más de un año preparar la fiesta y rediseñar el Autódromo Hermanos Rodríguez. Y, por fin, llegó el día: el regreso de la Fórmula Uno a México.

 

Antes de las 8:00 horas los aficionados comenzaron a llegar al recinto con gorras y playeras de las escuderías participantes. Dominaban los rojos de Ferrari y los negros de Force India, la escudería del piloto local, Sergio Pérez. Había expectación, nerviosismo, emoción por escuchar rugir los motores de nuevo.

 

Los accesos eran complicados, largas filas y poca información sobre los lugares. Una vez dentro, comenzó la toma de fotos, con el boleto en la mano o debajo del letrero que daba la bienvenida. Después la búsqueda de los recuerdos, playeras cuyo costo no bajaba de los mil pesos o chamarras de entre cinco y seis mil pesos. Todo, con el objetivo de ponerse en ambiente.

 

Conforme pasaron las horas las gradas comenzaron a llenarse. El sonido local entonaba el “Cielito lindo”. El público respondía cantando. Desde cualquier tribuna se veían banderas de México, mensajes de apoyo para Checo y de bienvenida para todas las escuderías.

 

Minutos antes de la carrera. Los pilotos emocionaron al público con un desfile. El primero en salir fue el campeón, Lewis Hamilton, que respondió con saludos y obsequios el apoyo del público que gritaba “Lewis, Lewis”. Después, en la entrada del Foro Sol, la afición se rindió ante su piloto. “Olé, olé, olé, Checo, Checo” se escuchaba al unísono. El mexicano respondió con saludos, se bajó del auto y recorrió con la mirada el reciento.

 

Con el aviso de la presencia de autoridades y directivos, el público comenzó las rechiflas. Después llegó el Himno Nacional. Ahí, se mostró respeto. Una bandera gigante se desplegó por toda la tribuna, ante aplausos y ovaciones.

 

El momento llegó. Se encendieron los motores. Los asistentes se pusieron de pie. Nadie quería perder un sólo detalle o captar el momento. Los Mercedes dominaban en la pista Autódromo Hermanos Rodríguez. Los Ferrari estaban fuera de la competencia. Tenía que ser un hecho histórico.

 

Cada vuelta de Pérez provocaba una ovación, un aplauso, un grito. El rebase para alcanzar la posición ocho representó la esperanza de alcanzar un mejor lugar. Las vueltas pasaban, 23 años se consumían. Todo pareció muy rápido.

 

Tras 71 giros y una hora y 42 minutos, el Gran Premio de México tenía campeón: el alemán Nico Rosberg. Su nombre se coreaba en las gradas. Al recibir el trofeo, miles de papelitos verde, blanco y rojos inundaron el Foro Sol, ante el grito de “Nico, Nico” del público que, aunque no pudo ver a Pérez en el podio, se entregó a la Fórmula Uno.