Las entrevistas a pie de cancha y justo al concluir un partido, no suelen ser específicamente reveladoras. El lugar común, la euforia o desazón, el cliché, desplazan a menudo a la reflexión. Bajo esa circunstancia, y con la emotividad de haber calificado a Cuartos de Final imponiéndose a la selección local, Mario Arteaga, seleccionador mexicano Sub-17, me regaló una frase que constituye toda una excepción a lo antes planteado: “los muchachos tenían que aprender que cuando no se está ganando con futbol, se sustituye con carácter”.

 

Mesurado, pedagógico, claro, convincente, Arteaga ha logrado llevar otra vez al Tri Sub-17 al quinto partido tan anhelado como vedado para la Selección Mayor en Mundiales. Se sobreentiende que son categorías y asuntos diferentes, pero México ratifica su condición de potencia en esta edad. Lo que luce como sueño guajiro en la adultez, se constituye como natural (y, vaya injusticia, hasta obligado) en la adolescencia.

 

Futbol y carácter, mezcla complicada, matrimonio indispensable. Sucede recurrentemente que cuando en un equipo sobra de uno, no basta del otro o viceversa. Sucede también que el que no cuenta con los dos, fracasa en algún momento. Es imprescindible saber jugar de acuerdo a lo que la necesidad obligue. Hay caminos que se recorren con coches deportivos, hay otros para los que resulta adecuado algo más tosco.

 

En el caso del partido frente a Chile, hubo momentos diferentes: una vez que México domó con garra al impetuoso cuadro local, entonces sí emergió lo que mejor describe a este representativo, que es futbol de alta costura: toque y desmarque, toque y desmarque, toque y desmarque.

 

Al final pareció fácil lo que por algo más de una hora de ninguna manera lo había sido. Al final cayeron goles como para cerrar todo con comodidad y adornos. Al final incluso podría inferirse un nivel de superioridad que en buena parte del partido no se mostró. Y todo lo anterior, por la capacidad para adaptarse, que es justo en donde se suele cimentar un equipo hegemónico.

 

Al margen de lo que acontezca en Cuartos de Final, esta generación tiene que recibir un tipo de apoyo y cuidado que hasta ahora no se ha sabido otorgar a los talentos Sub-17. Pablo López es hasta ahora el mejor mediocampista de la Copa del Mundo; la dupla defensiva que componen Joaquín Esquivel y Francisco Venegas debe ser ya un proyecto clavado para un futuro próximo; el entendimiento al ataque entre Claudio Zamudio y Eduardo Aguirre, habrá dar frutos en el equipo grande. No hablo de aquí a ocho años, sino incluso a dos o tres.

 

Muchos de estos adolescentes me han dicho en diversas entrevistas que su meta es participar en Rusia 2018. Si ellos lo ven posible, no los convenzamos de lo opuesto cerrándoles las puertas de la Primera División o desplazándolos con extranjeros; dejémoslo que sigan siendo como hoy son, con tanto juego como carácter, plenos en brillantez, en este Mundial Sub-17.

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